12. La esencia mágica de Aelina
Valdimir clavó su mirada ambarina, fría como el oro fundido, en Aelina. La joven se encontraba acorralada contra el muro, su espalda presionada contra la roca fría y oscura de ese castillo. Su cuerpo menudo temblaba, el pulso acelerado revelando su temor ante la imponente presencia del Rey Lobo.Una sonrisa enigmática, casi depredadora, curvó los labios de Valdimir mientras acortaba aún más la distancia que los separaba con movimientos lentos y deliberados, similar a un depredador acechando a su presa. Aelina contuvo el aliento, sus pulmones ardiendo, cuando él alzó una mano con dedos largos y esbeltos. Con delicadeza inesperada, volvió una vez más a tocar su cabello, enredando un mechón de sus oscuras hebras entre sus dedos. La joven tragó saliva, el roce inconsciente de los nudillos de Valdimir contra su mejilla erizando su piel. Ella quería creer que no era voluntario que, mientras él le tocaba esos mechones de cabello, no se percataba que también le estaba acariciando una mejilla.
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