107. El cetro de la esperanza
—¿Por qué... no te mataron al nacer? —preguntó Aelina, incapaz de contener su curiosidad morbosa.Valdimir exhaló lentamente, sus ojos perdidos en recuerdos antiguos y dolorosos. —Se han escuchado de tres ocasiones cuando el licántropo con la marca de la magia voraz apareció —comenzó, mostrándose muy serio y pensativo —. La primera, no pudieron matarlo. Su poder protegió al bebé, estaba dispuesto a vivir y sobrevivir, pero poco a poco, la magia lo fue absorbiendo.—¿Su magia lo fue absorbiendo? —repitió Aelina, fascinada y horrorizada a partes iguales.—Su poder lo controló —asintió Valdimir con su rostro ensombreciéndose—. La magia de la sombra voraz, le encanta destruir, como su nombre lo indica. Su deseo de muerte es voraz, poco a poco desea ver todo destruido, sin vida... Ese antepasado mío intentó luchar, pero llegó un momento en que su poder, su maldición, pudo más que él, y...—¿Murió? —interrumpió Aelina con sus ojos fijos en Valdimir, prestando atención a cada palabra.—Logra
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