Se mordió el labio inferior ante la falta de respuesta, era su quinto intento, pero Anthony no contestaba ninguna de sus llamadas. «¿Estará durmiendo?», se preguntó Adeline, recostándose en la cama. Tenía tanto deseo de hablar con él, de darle las buenas noches como se había vuelto costumbre hacerlo. Los días en los que no se veían siempre se llamaban por la noche, se contaba sobre su día, sobre el trabajo. A Adeline le gustaba escuchar su voz antes de cerrar los ojos, de esa forma, podía soñar con él de una manera más nítida. «Seguramente está durmiendo», suspiró con desánimo. En ese día, Anthony casi no le había escrito mensajes, por lo que intuía que pasaba algo malo. Quizás estaba muy saturado con el trabajo, ya que le había comentado que su padre era muy exigente. Adeline colocó el teléfono en la mesita de noche y cerró sus ojos para dormir. El sueño vino a ella de manera rápida, la verdad era que estaba demasiado cansada. Esa noche, contrario a las otras, su sueño no fue
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