Viendo mi duda, Sebastián añadió.—Le prometí a Diana que te ayudaría a calmarte. Cuando te piden algo…—Cuando te piden algo, cumples con tu deber, ya lo has dicho dos veces —le interrumpí.Sebastián asintió, serio.—Exactamente, así que no te preocupes. Si necesitas desahogarte, puedo escucharte.—Puedo contártelo —suspiré, tratando de sonar despreocupada—, en realidad, no es gran cosa.Sebastián me miraba en silencio, esperando que hablara.Entonces le conté, sin rodeos, cómo Hugo había envenenado a nuestra bebé y había comprado un seguro de vida millonario a mis espaldas.Pensé que estaba lo suficientemente calmada, pero mientras hablaba, especialmente al recordar la muerte de mi hija, no pude evitar llorar. No quería parecer frágil, así que intenté mantener los ojos bien abiertos para contener las lágrimas, con la voz entrecortada, le pregunté a Sebastián.—Sebastián, sé que fui una tonta por amar a un idiota durante tantos años. Pero… ¿por qué Hugo me hizo esto?Mi voz estaba ron
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