Hugo estuvo hospitalizado por la hemorragia casi quince días. Me preocupaba mucho y le dije que no debía poner en riesgo su salud. Los inversionistas estaban cautelosos y, por más que bebiera, no encontraría al indicado. Consulté con mi gestor y retiré quinientos mil dólares para Hugo. Él, emocionado hasta las lágrimas, me prometió que no me defraudaría.—Ahora, al recordarlo, Gabriel, me doy cuenta de que no me veía como un ángel, sino como una tonta.Gabriel no se rio de mí; en cambio, me consoló diciendo que las mujeres siempre son más compasivas, y que, aunque él era hombre, sabía que muchos hombres podían ser muy malos. Las mujeres actúan impulsadas por el amor, a veces sin considerar las consecuencias. Los hombres rara vez hacen eso, y si lo hacen, son una especie en peligro de extinción.—¿Por qué me preguntas esto ahora? —le pregunté.—Estábamos buscando un punto de quebrar en las cuentas, y creo que he encontrado una pista.—Ah, ¿sí?—El negocio de materiales de construcción t
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