Capítulo 48
Sinceramente, escuchar esas palabras de Sebastián me conmovió.

No teníamos mucha relación, pero él me había dado su apoyo. No importa si era por cortesía o para consolarme, en ese momento, me sentí reconfortada.

—Gracias por tus palabras —le sonreí débilmente.

—No hay de qué, solo… —Sebastián se veía un poco incómodo, su tono era frío—, solo digo la verdad.

Sonreí sin decir nada, pensando que mejor dejara de intentar consolarme si le resultaba tan incómodo.

De repente, Sebastián frunció el ceño y dijo con seriedad.

—Sofía, aunque te guste escuchar cosas bonitas, debo decirte que… tus gestos entre llanto y risa no son muy agradables.

—Lo siento, solo… estoy siendo honesto —añadió Sebastián.

Ya lo sabía, mejor que mantuviera la boca cerrada.

Después de eso, caminamos en silencio, uno al lado del otro.

Después de un rato, Sebastián me preguntó.

—Sofía, ¿alguna vez has escuchado una historia?

—¿Eh? ¿Qué historia?

—Es una historia que leí de niño por casualidad. No recuerdo en qué libro, pe
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