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Todos los capítulos de Un regalo del destino: Capítulo 61 - Capítulo 70
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Mike estuvo escuchándolo todo en silencio, cerró los ojos y esbozó una mueca de disgusto: ¡Jóder! Otro problema que se le venía encima a su amigo, por si no tenía suficiente con una esposa desconocida y demasiado joven. Ahora la hermana: igual de joven, además caprichosa, alocada y al parecer fuera de control. Por nada del mundo le gustaría estar en su piel. Podía haberse quedado callado, pero la amistad de años se lo permitía, así que dijo todo lo que pensaba. Daniel no pudo más que estar de acuerdo con su apreciación. Además, le reveló que el primer encuentro de ambas no había sido demasiado amistoso. Le explicó la grosería con la que Lisbeth obsequió a su esposa, la vergüenza que sintió, tanto por el comportamiento como por las palabras maliciosas y completamente fuera de lugar de su hermana. Ojalá estuvieran a tiempo de enmendarla pues no le gustaba nada en lo que se había convertido, comentó con Mike que debería ponerse muy, muy serio con ella…-La han expulsado de la universi
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Se divirtió bañando la pequeño, terminó casi empapada y le dio la cena. En la habitación había entrado una de las muchachas, Malena creyó recordar, para recoger todo y arreglar el estropicio que habían dejado en el baño. Se disculpó con la muchacha por el desorden y las salpicaduras. Malena la miró con extrañeza, no estaba acostumbrada a que nadie se disculpara por dar más trabajo de la cuenta, pero no dijo nada.Oscurecía así que supuso era hora de acostar al niño. Lo llevó a la cama, y se recostó también ella a su lado. El pequeño le pidió:-Cuento bora, bora… - Aún no sabía pronunciar su nombre y le llamaba bora.Ella dudó y le preguntó:-¿Quieres que te lea un cuento, yo…?El niño movió afirmativamente la cabeza, se puso de pie encima de la cama y alcanzó un libro de una estantería.-Bueno, esperemos que tenga muchos dibujos o que esté en castellano, porque si no…- dudó con una sonrisa – mal lo tenemos mi tesoro.Se giró boca abajo, Danny la imitó y abrieron los dos el libro q
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-Es que no entraba en mis planes casarme de nuevo...-¿Por qué?, Aún eres un hombre joven – insistió la muchacha...-Es una larga historia y no tengo ganas de hablar de ello – zanjó la cuestión un incómodo Daniel, ya se había dado cuenta que la joven era muy curiosa, pero deseaba fervientemente que no fuera una de esas personas que están preguntándose continuamente el porqué de las cosas, a él no le sobraba paciencia precisamente y….Bajaron por la elegante escalera y llegaron de nuevo al vestíbulo. Dan abrió la primera puerta y entraron en un mastodóntico comedor en el que había dispuesta ya encima de una mesa larga lo que se suponía que tenía que ser su cena. José estaba terminando de arreglarlo todo. Débora se sorprendió al ver ese enorme comedor, se dio cuenta que habían distribuido los platos uno a cada lado de la mesa y no pudo evitar reírse divertida: -No pretenderás que comamos aquí. Tan… – rio – tan separados uno de otro. No vamos a poder hablar nada… – y volvió a reír.
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-¡Pero si ya le conté todo en Las Vegas!-Te… te conté, recuerda, por favor – reprendió cariño Daniel – además no puedes haberme contado diecisiete años de vida en unas horas…-¿Quiere… quieres que te cuente todo? – preguntó divertida-Todo, absolutamente todo, quiero saber todo de ti…- bromeó también DanielPero no hizo falta, pues a Débora no le costaba demasiado hablar de su vida, al contrario, le encantaba recordar aspectos de su infancia, le habló de su familia, las travesuras de muchachos junto a los otros niños hijos de jornaleros como ellos….., El la escuchaba con atención, y volvía a reírse divertido con las anécdotas que le contaba. Historias que se vieron interrumpidas por la presencia del mayordomo pidiendo permiso para retirar la mesa y ofreciéndose a traer postre.-¿Tenemos helado José? - preguntó sin pensar con una sonrisa que llenaba su rostro completamente relajado.-No lo creo señor, no acostumbramos a tener, de todas formas, preguntaré en la cocina – respondió u
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El cansancio, las emociones y todo lo que había vivido en estos últimos días habían pasado factura en Débora, su cuerpo vencido se dejó llevar por un sueño profundo del que despertó ya bien entrada la mañana a causa de unas risas en la habitación y notar que tiraban de la ropa de la cama.-Despierta “bora”..., tarde… – Repetía insistentemente una voz infantil.Abrió los ojos y lo primero que vio fueron unos ojitos de color miel que la estaban mirando fijamente. Tardó unos minutos en ubicarse hasta recordar donde estaba y a quién pertenecían esos ojitos. Intentó incorporarse en la cama, pero una mueca de dolor apareció en su rostro. Le dolía la cabeza. Revivió la cena y el vino de ayer… Volvió a prometerse que nunca más. Carola, la muchacha que estaba con David pidió permiso para entrar en la habitación y llevarse al niño que se le había escapado, se disculpó con ella por haber dejado que el chiquillo la despertara. A Débora no le importaba y lo dijo, enseguida se levantó.-¿Sabe
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Dan pasó el resto de la mañana trabajando en su despacho, con la puerta abierta para observar todos los movimientos del vestíbulo y por supuesto vigilar si alguien descendía por la escalera. Esperaba que su hermana se dignase a bajar para poder hablar con ella. Aún no había podido hacerlo y las pocas palabras que se dijeron al llegar no presagiaban nada bueno. Y mucho menos después de haber hablado con su madre. Urgía hablar muy seriamente con ella, pero dudaba obtener algún resultado positivo.No estaba exento de responsabilidad, lo sabía, e iba a apechugar con su culpa. Cuando su padre primero y Rebeca después murieron, tanto él como su madre se refugiaron en sus ocupaciones. ¿Pero que se podía esperar de dos obsesos del trabajo como eran? Se concentraron en sacar adelante la recién fundada corporación y se olvidaron de todo lo demás, familia incluida. Su madre para olvidar la pérdida del marido y él por partida doble: no quería defraudar a su madre y necesitaba borrar de su men
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Daniel tenía claro el camino a seguir, Lisbeth sólo tenía veintiún años, así que tenía pocas opciones de momento: O se graduaba, o trabajaba para ganarse el sueldo o esperaba dependiendo del dinero que le pasaban ellos. Dinero que menguaría si les daba demasiados problemas, se lo advirtió, usando el tono más neutro que pudo. No quería enojarla más de lo necesario ni darle oportunidad que hiciera un berrinche.Dinero aparte, había otro tema en el que no estaba dispuesto a ceder: las amistades, le dejó bien claro que no intentase frecuentar compañías poco recomendables, no entraba en sus planes mantener a ningún vago, ni a ningún florero que se pegase a sus faldas.-Sabía que harías eso. Amenazarme, pero no te creo. No pienso volver a estudiar y mucho menos voy a trabajar, así que en voy a estar aquí el menor tiempo posible hasta que mamá se calme y volveré a Nueva York y si intentáis dejarme si dinero, voy a ir de escándalo en escándalo, puedo dedicarme a vender exclusivas a la pren
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Hacía más de un año que no se habían visto, pero las cosas seguían igual o peor, Margaret continuaba quejándose de lo aburrido que era el pueblo, bien que lo sabía ella. Odiaba pasar los veranos en el rancho, precisamente la mejor época del año, cuando no tenía ninguna obligación y todo el tiempo del mundo para pasarlo en grande, a su familia no se le ocurría nada mejor que encerrarse en la hacienda. Si, claro, cada año hacían un viaje familiar, pero siempre para visitar monumentos y museos. Le había tocado la familia más aburrida del planeta.-No sabes cómo te envidio chica, daría lo que fuera por estar en tu piel, Nueva York, debe ser lo máximo.-Pues no te creas-¿Y eso? Lisbeth le contó divertida que ya no vivía en Nueva York porque la habían expulsado de la Universidad y que su madre al enterarse le canceló el alquiler del apartamento. Así que de momento se estaba tomando un tiempo. Pensaba dedicarse a no hacer nada hasta que su familia se cansara.-Di que sí amiga, yo perdí c
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Débora cumplió con su cometido: estar con David. La maestra se fue antes del mediodía, buscó a Daniel, pero este no estaba en la casa, así que comió con el niño. Aprovechó la siesta del pequeño para colocar su ropa en el vestidor que compartía con Daniel. Y luego pasaron el resto de la tarde jugando en el jardín. Encontraron el lugar era perfecto para hacer navegar al barquito de madera: Se trataba de un surtidor redondo con un salto de agua que daba a un pequeño estanque. El juguete daba vueltas arrastrado por la corriente de hasta que caía por el desnivel y quedaba dentro del estanque, la mayoría de las veces boca abajo divirtiendo a David que pedía continuamente a Débora que volviera a colocar a “tronquito”, así habían bautizado al barquito al principio del recorrido y vuelta a empezar.El pequeño se encariñaba con Débora a marchas forzada, obvio ella le hacía caso. Antes de su llegada, el niño se pasaba muchas horas o bien jugando sólo, con alguna de las muchachas o con Reme.
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Los Montrail cenaron en casa de los Savater ajenos aparentemente al enfado de Daniel. Las dos mujeres se pasaron la mayor parte de la velada ridiculizando a Débora. Una por celos y la otra simplemente por fastidiar. Eddie no pedía detalle de nada. En su cabeza se aparecía una y otra vez la imagen de Débora con la camiseta empapada. Se le hacía la boca agua. Le gustaba esa chiquilla. El condenado Daniel nunca había tenido mal gusto con las mujeres. Mandy su mujer en el Menfis era muy hermosa y una chica que aparecía a veces por la finca y con la que salía a menudo en las revistas también era espectacular. Y ahora su esposa estaba muy bien, aunque aparentase lo contrario. Tenía una figura perfecta, y se intuía que iba a mejorar rápidamente.El veía más allá de esa apariencia de poca cosa. La tranquilidad y su estancia en la finca le sentarían de maravilla, en pocos días estaría a pedir de boca. Su cara era preciosa, con esos lindos ojos verdes y una boca que pedía a gritos ser besa
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