Me olvidé de Sebastián, al fin y al cabo, él no podía importarme en absoluto. Era una fecha especial para mi marido, yo estaba excitada, quería sorprender a Rudolph y pasarla de maravillas a su lado. Me puse muy hermosa. Me pinté la boca, los ojos, aleoné mi pelo, me puse aretes, anillos, pulseras, me perfumé con ese aroma tan exquisito que le encantaba a mi esposo y arreglé nuestro cuarto, colmándolo de flores y peluches. Hacia las once de la noche, me puse el exquisito baby doll que me había comprado y me calcé zapatos con taco 16. Uffff, me veía enorme, deliciosa, sexy, sensual y cautivante. La lencería roja, en efecto, se perdía en mis curvas, mis quebradas y redondeces y sus pitas apenas emergían entre mis curvas. Me tomé muchos selfies para recordar, por siempre, esa velada, y me eché en la cama con una pose de tigresa en celo, je. A las doce en punto, lo escuché cantar. "Dime que soy tu amor/ mírame/ bésame/ y abrígate en mis brazos/ Dime que me amas/ tómame/ entrégate/ y
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