Hiz se quitó la camisa y la olió, ¿cómo podía Dober oler las energías de las personas? No lo comprendía, aun así, se quitó la ropa y rebuscó en el bulto de ropa desparramado por la cama algo decente que pudiera vestir.—¿Cómo que sabes mucho sobre Dober? —preguntó la madre de Dane—. ¿Qué tanto te ha dicho él?—No me ha dicho, lo he visto —respondió Hiz, caminó hasta una esquina, donde había una silla con una toalla colgada en su espaldar—. Dober me tiene mucha confianza; bueno, por algo soy su mujer.Su mamá soltó un pequeño grito de impresión.—Hiz, si es así, ¿por qué viniste a la aldea sola? —preguntó—. Estás corriendo mucho peligro aquí, ¡no debes volver más!, ¿por qué viniste?—Vine porque… —Hiz se detuvo, su pulso estaba muy acelerado—, necesitaba terminar de llenar el documento de Protegidos y quería verte.Su mamá se levantó de la cama.—Ay, niña, bueno, ve a bañarte, ¡corre! Debes irte de aquí lo más pronto posible.Hiz caminó a grandes pasos hasta el baño, con la toalla blan
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