Hiz estaba sentada en un sillón, al lado de una ventana en la cual se podía observar el bosque oscuro. La luz del interior de la oficina en la cual Ben la hizo entrar, era blanca y el espacio se veía moderno: blanco y con computadores táctiles y pantallas azules flotantes que mostraban algoritmos intendibles para Hiz.Ben trajo una taza de té de canela caliente y se lo ofreció a la chica. Se sentó frente a la joven, sobre el escritorio de cristal, traía un pocillo para él también y le dio un sorbo.—¿Viniste aquí tú sola? —preguntó.—Sí.—¿Caminando?—Sí.—¿Por qué? —inquirió Ben con rostro ahora bastante serio.—Es que… —Hiz cerró los ojos para tratar de calmarse, volteó el rostro hacia la izquierda, donde estaba la ventana—. Ben, quiero hablar algo contigo, algo muy serio. Por favor, necesito que me hables con la verdad.—Claro, sabes que soy incapaz de mentirte.Hiz observó su alrededor. La pequeña oficina blanca estaba bastante silenciosa y parecía que nadie podría escuchar su con
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