Dober estaba dormido a su lado, con un brazo rodeando la cintura de Hiz. Estaban acostados a medio lado, con sus rostros cerca; un poco más y las puntas de sus narices se rozarían.Las pestañas de Dober eran largas y tupidas, haciendo un arco ascendente. No eran del todo negras, se veían un poco violetas.Es un ser de otro mundo, pensó.Su piel parecía porcelana. Y sus labios rosados claros, delicados; Hiz no podía creer que la noche anterior los había besado.Mientras lo contemplaba, se dio cuenta que él nunca le haría daño: ella era una de las debilidades de Dober Momson, la única debilidad que ella conocía de él hasta el momento.Vio aquellos ojos violetas asomarse entre las largas pestañas y Hiz le sonrió.La primera vez que Hiz lo veía dormir. La primera vez que se despertaba y lo primero que veía era el tranquilo rostro de aquel Pluma.Él la atrajo con su brazo y la piel del rostro de Hiz tocó la de Dober. Sintió todo su cuerpo erizarse y la unión volvió a aparecer en su brazo i
Ella supo que, a aquel ritmo, pronto se encariñaría con Dober. Así como era consciente que, si se apartaba de Dober, quedarían los recuerdos de esos días fríos que pasó a su lado y aquella protección que él le daba.—Señor Dober —llamó ella, una vez habían acabado de desayunar y él se disponía a cambiarse con su abrigo largo y oscuro.Hiz se levantó del comedor y caminó hasta él. Estando los dos de pie, cerca del closet, se miraron fijamente.El violeta y rosado. Dos colores de iris totalmente opuestos que comenzaban a acercarse poco a poco.—Hiz —Dober terminó de ponerse el abrigo—, ¿sucede algo?—¿A dónde va todos los días? —Llevó las manos a su pecho.—Debemos hacer revisión por el área.—¿Están buscando algo?—Sí, ¿recuerdas los hombres que viste en el bosque?Hiz sintió su pulso alterarse.—S-sí, claro.¿Cómo podría olvidarlo? Ese día creyó que iba a morir.—Esos hombres son del grupo Exterminio, asesinaron a los Infinitos y los colgaron por todo el territorio —explicó Dober—. Va
Fue la primera vez que Hiz se vistió con uno de los vestidos nuevos de su madre: uno rojo fuego. También usó uno de los abrigos azul turquí de Dober y guardó en uno de los bolsillos internos un Vigilante (según, debía ir muy bien protegida, porque el lugar era muy peligroso).La custodiaron una docena de guardias de los Plumas. Salió del hotel al lado de Dober y él la llevaba de su brazo.Así que todos los Infinitos oficializaron sus sospechas: ella ahora era uno de ellos. Era la mujer de Dober Momson: esa noticia se expandiría como la pólvora y llegaría hasta los Triángulos.Así que Hiz daba por terminado toda relación con Ben y sus amigos. Así como, si algún día llegaba a encontrarse con alguien que defendiera a los Exterminio, su vida peligraba.En el camino se topó con la mirada de Dane que parecía tener demasiadas preguntas.Subieron a una nave gris, de las militares y los llevaron tan lejos que Hiz ya no lograba reconocer los alrededores.Habría llorado del miedo, pero sabía que
Los guardias se alejaron y ellos quedaron solos.El pecho de Hiz subía y bajaba con rapidez. Dober únicamente sabía observarla y se preguntaba cómo podría sacarla de la conmoción en la que estaba sumida.Ella comenzó a llorar y parecía que las fuerzas la abandonaban. Dober respiró hondo y le extendió una mano.—Te estás ensuciando, levántate. El suelo está muy húmedo.Sorpresivamente, Hiz tomó su mano y se recompuso. Él sacó un pañuelo blanco de seda del bolsillo interior de su chaqueta y limpió las manos de la chica.Hiz notó que Dober tenía un pequeño aruño que le cruzaba el tabique y llegaba hasta su labio superior. Pero, parecía que a él eso no le molestaba. Limpió en silencio las manos de Hiz, hasta dejarlas sin nada de mugre, después le organizó su cabello rojo fuego que lo llevaba suelto y le llegaba por debajo de los hombros.Ella lloraba y soltaba todo el dolor que se estaba reteniendo en su interior.Todo en lo que una vez creyó…Todo lo que una vez fue su razón para vivir…
Hiz dejó salir un suspiro de cansancio.—No creo que Dober me muestre en sociedad tan pronto —comentó con desinterés, se sentía demasiado cansada mentalmente.—Oye, ¿qué le pasó a tu parche? —inquirió Dane.Hiz llevó una mano a su cuello y cubrió su marca.—Lo tenía puesto, ¿cómo se pudo caer? —comenzó a mirar el piso de la habitación.—Ellos se caen cuando la marca ya no lo necesita —explicó Dane—. Qué bueno que ya te encuentres mejor.La primera buena noticia que Hiz recibía en todo el día.—Hiz, ahora que lo recuerdo, por eso quise venir a hablar contigo —se apresuró a decir Dane—. ¿Por qué tuve que dormir anoche en el hotel? Quise preguntarte anoche, pero me dijeron que estabas con Dober y él llegó muy molesto.—Ah… es que —¿qué podría decirle para que no se asustara? —. Tu mamá me pidió que te dejara quedar en el hotel, se iba a quedar en casa de tu tía.—¿Qué?, ¿por qué? —Dane tornó su rostro serio y algo asustado—. ¿Qué pasó en la aldea?—Es que… —Hiz llenó sus pulmones de aire
Que él no iba por ti, que debía hacer unos trabajos en la aldea con los Exterminio. Y estaba todo vestido de negro. Me dio mucha curiosidad y traté de sacarle información.—¿Qué te dijo? —indagó Hiz.—Que él está creando un proyecto con los Diamantes para derrocar a los Plumas —el rostro de Dane estaba muy serio mientras respondía—. Me preguntó si quería unirme a los Exterminio, que estaban recolectando gente y ya muchos de la aldea se habían unido. La verdad no le creí, porque sabes que ese grupo había quemado dos chozas en la aldea y mató al lechero, así que todos les temen y los odian.—Pero si van es por alguna razón.—Creo que la razón es porque ellos tienen algo que ver con las muertes de los Infinitos —alegó Dane—, porque, cuando él se despidió de mí, se acercó a un grupo donde estaba este tipo, Piteckson, el carnicero. Yo lo reconocí del bosque y mi mamá me contó que él fue uno de los que azotó a los hombres que no se unieron esa noche en la revolución. Sabes que todos dicen q
Hiz respiraba agitado. Veía a los guardias que intentaban levantarla del piso.—¡Suéltenme! —gritó ella y soltó con fuerza el agarre de los hombres.Se levantó de un salto, con los ojos llenos de llanto. Empezó a correr hasta llegar al elevador.En vista de que su amiga había bajado por las escaleras, decidió bajar por el elevador y alcanzarla. Pero, cuando llegó al primer piso, no encontró a Dane.—¡¿Has visto a Dane?! —preguntó a sus compañeros.—No.—No, ¿por qué?—¿Dane?, ¿no estaba contigo?—Nada, solo la vi cuando subió a verte.Hiz corrió hasta la recepción y se encontró con los guardias de los Plumas.—¿Dónde está Dober? —preguntó.—El Mando Segundo salió a hacer un recorrido por la zona —respondió uno de ellos.Hiz trató de calmarse en vista de que ya varios de los allí presentes ponían sus ojos en los guardias y en ella.Debía pensar un plan y no podía hacerlo si estaba alterada.—¿Quiere que le avise al Mando Segundo? —preguntó el mismo guardia.—Eh… no —Hiz pasó una mano p
Hiz estaba sentada en un sillón, al lado de una ventana en la cual se podía observar el bosque oscuro. La luz del interior de la oficina en la cual Ben la hizo entrar, era blanca y el espacio se veía moderno: blanco y con computadores táctiles y pantallas azules flotantes que mostraban algoritmos intendibles para Hiz.Ben trajo una taza de té de canela caliente y se lo ofreció a la chica. Se sentó frente a la joven, sobre el escritorio de cristal, traía un pocillo para él también y le dio un sorbo.—¿Viniste aquí tú sola? —preguntó.—Sí.—¿Caminando?—Sí.—¿Por qué? —inquirió Ben con rostro ahora bastante serio.—Es que… —Hiz cerró los ojos para tratar de calmarse, volteó el rostro hacia la izquierda, donde estaba la ventana—. Ben, quiero hablar algo contigo, algo muy serio. Por favor, necesito que me hables con la verdad.—Claro, sabes que soy incapaz de mentirte.Hiz observó su alrededor. La pequeña oficina blanca estaba bastante silenciosa y parecía que nadie podría escuchar su con