Hiz dejó salir un suspiro de cansancio.—No creo que Dober me muestre en sociedad tan pronto —comentó con desinterés, se sentía demasiado cansada mentalmente.—Oye, ¿qué le pasó a tu parche? —inquirió Dane.Hiz llevó una mano a su cuello y cubrió su marca.—Lo tenía puesto, ¿cómo se pudo caer? —comenzó a mirar el piso de la habitación.—Ellos se caen cuando la marca ya no lo necesita —explicó Dane—. Qué bueno que ya te encuentres mejor.La primera buena noticia que Hiz recibía en todo el día.—Hiz, ahora que lo recuerdo, por eso quise venir a hablar contigo —se apresuró a decir Dane—. ¿Por qué tuve que dormir anoche en el hotel? Quise preguntarte anoche, pero me dijeron que estabas con Dober y él llegó muy molesto.—Ah… es que —¿qué podría decirle para que no se asustara? —. Tu mamá me pidió que te dejara quedar en el hotel, se iba a quedar en casa de tu tía.—¿Qué?, ¿por qué? —Dane tornó su rostro serio y algo asustado—. ¿Qué pasó en la aldea?—Es que… —Hiz llenó sus pulmones de aire
Que él no iba por ti, que debía hacer unos trabajos en la aldea con los Exterminio. Y estaba todo vestido de negro. Me dio mucha curiosidad y traté de sacarle información.—¿Qué te dijo? —indagó Hiz.—Que él está creando un proyecto con los Diamantes para derrocar a los Plumas —el rostro de Dane estaba muy serio mientras respondía—. Me preguntó si quería unirme a los Exterminio, que estaban recolectando gente y ya muchos de la aldea se habían unido. La verdad no le creí, porque sabes que ese grupo había quemado dos chozas en la aldea y mató al lechero, así que todos les temen y los odian.—Pero si van es por alguna razón.—Creo que la razón es porque ellos tienen algo que ver con las muertes de los Infinitos —alegó Dane—, porque, cuando él se despidió de mí, se acercó a un grupo donde estaba este tipo, Piteckson, el carnicero. Yo lo reconocí del bosque y mi mamá me contó que él fue uno de los que azotó a los hombres que no se unieron esa noche en la revolución. Sabes que todos dicen q
Hiz respiraba agitado. Veía a los guardias que intentaban levantarla del piso.—¡Suéltenme! —gritó ella y soltó con fuerza el agarre de los hombres.Se levantó de un salto, con los ojos llenos de llanto. Empezó a correr hasta llegar al elevador.En vista de que su amiga había bajado por las escaleras, decidió bajar por el elevador y alcanzarla. Pero, cuando llegó al primer piso, no encontró a Dane.—¡¿Has visto a Dane?! —preguntó a sus compañeros.—No.—No, ¿por qué?—¿Dane?, ¿no estaba contigo?—Nada, solo la vi cuando subió a verte.Hiz corrió hasta la recepción y se encontró con los guardias de los Plumas.—¿Dónde está Dober? —preguntó.—El Mando Segundo salió a hacer un recorrido por la zona —respondió uno de ellos.Hiz trató de calmarse en vista de que ya varios de los allí presentes ponían sus ojos en los guardias y en ella.Debía pensar un plan y no podía hacerlo si estaba alterada.—¿Quiere que le avise al Mando Segundo? —preguntó el mismo guardia.—Eh… no —Hiz pasó una mano p
Hiz estaba sentada en un sillón, al lado de una ventana en la cual se podía observar el bosque oscuro. La luz del interior de la oficina en la cual Ben la hizo entrar, era blanca y el espacio se veía moderno: blanco y con computadores táctiles y pantallas azules flotantes que mostraban algoritmos intendibles para Hiz.Ben trajo una taza de té de canela caliente y se lo ofreció a la chica. Se sentó frente a la joven, sobre el escritorio de cristal, traía un pocillo para él también y le dio un sorbo.—¿Viniste aquí tú sola? —preguntó.—Sí.—¿Caminando?—Sí.—¿Por qué? —inquirió Ben con rostro ahora bastante serio.—Es que… —Hiz cerró los ojos para tratar de calmarse, volteó el rostro hacia la izquierda, donde estaba la ventana—. Ben, quiero hablar algo contigo, algo muy serio. Por favor, necesito que me hables con la verdad.—Claro, sabes que soy incapaz de mentirte.Hiz observó su alrededor. La pequeña oficina blanca estaba bastante silenciosa y parecía que nadie podría escuchar su con
Hiz sintió un golpe en su pecho, pero intentó disimular su impresión. Sus piernas empezaron a temblar y pensó seriamente: ¿cómo iba a escapar de aquella base?—Hiz —llamó Ben—, ¿dónde está tu mamá? —preguntó—. ¿Envío a alguien para que vaya a buscar tu ropa en tu casa? ¿O la ropa la tienes en el hotel?Ella inspiró hondo y lo observó fijamente.—Hiz, el parche en tu marca ya no está, ¿te lo quitaste? —Caminó hasta ella con una gran sonrisa—. ¿Ya te recuperaste?, ¡qué bien!Apartó el cabello de Hiz para poder ver la marca en su cuello. Su sonrisa se evaporó con rapidez.—Hiz, ¿qué es esto? —preguntó—. ¿Por qué tienes dos plumas en tu cuello?, ¡¿qué rayos?!
Hiz apareció sobre algo que la rodeaba. Podía sentir que la rodeaban por la cintura y unas manos anchas apretujaban su espalda. Había un jadeo cerca de su oreja derecha y un diminuto temblor.Entonces logró abrir los ojos y parecía estar volando: se encontraba muy por encima del alto bosque. Sus ojos encontraban diminuta la ciudad de los Infinitos y todo el bosque oscuro se extendía bajo sus pies.Reparó y vio que todo el panorama lo observaba por una pared de cristal. Dober era quien la abrazaba y jadeaba.—¿Estás bien? —preguntó.Hiz se dio cuenta que el temblor lo producía su propio cuerpo. Se aferró con fuerza a Dober y dejó salir el llanto, pero era por puro alivio.—Hiz, ¿te hicieron daño? —preguntó Dober.—S-sí… —intentó hablar, trató de calmar su voz—. Es
Hiz se dio cuenta que había llegado el momento en su vida de cambiar cuando llegó Dober a la nave, con ojeras y rostro pálido por el cansancio. Entró a la habitación y la abrazó, haciendo que los dos cayeran a la cama, acurrucándose en Hiz.—Gracias, Hiz —susurró.La misión demoró tres días. Todo ese tiempo Dober no llegó a la nave y Hiz estaba segura de que él no descansó. Por eso se veía vencido por el cansancio.—¿Por qué me agradece? —preguntó ella, acariciando su cabello lacio.—Pudimos terminar la misión gracias a ti con éxito —respondió.—No es tanto por mí, si Dane no le hubiera avisado a usted, yo habría muerto y ustedes no habrían llegado a la base, ¿no cree?—Sí, es verdad —respondió Dober co
Dober había sumergido una mano por debajo del vestido de Hiz y estaba tocando su entrepierna.—¡No, por favor! —pidió ella totalmente avergonzada.—Shu… tranquila, Hiz, relájate —susurró él—. Te va a gustar. No te imaginas lo que es capaz de hacer tu cuerpo para hacerte sentir placer.Ahora Dober sumergía su mano por debajo de la ropa interior y hacía masajes circulares en su sexo.Hiz comenzó a respirar agitado y abría su boca para dejar salir gemidos. Dober comenzó a besarla y sumergía su lengua en su boca. Después le besó el cuello con mucha pasión.Un dedo de Dober se introdujo en su vagina y la estaba estimulando. Hiz se sintió bastante húmeda y no dejaba de retorcerse y sentirse caliente.Nunca había experimentado tanto placer.Veía que la marca de Dober hab&iacu