—Los Plumas, si ellos se enteran de ella… ¿no sería malo?
Todos en la sala rieron.
—Claro que sí, se van a enojar mucho si se enteran de que replicamos parte de su poder —comentó Ben—. Pero la única, fuera de nosotros que sabrá de ella, eres tú; bueno, y los Mandos Superiores de los Diamantes.
—Y si te cuenta esto es porque confía demasiado en ti —dijo Aspen.
—Nunca te traicionaría con algo así —confesó Hiz mientras veía a Ben.
El joven desenvolvió una sonrisa de esas bobaliconas que siempre le mostraba en privado.
—Hiz, ¿es cierto que estás atendiendo a los Plumas? —preguntó Asben con curiosidad.
Hiz irguió su espalda y tornó su rostro serio.
—Ay, relájate —chistó Asben y sonrió tranquilo—. Só
—Crees que sólo porque él está interesado en mí ya eso te ayuda a que yo sea tu informante —Hiz se levantó de su puesto—. ¿Quieres que me maten, Ben?Todos se levantaron e intentaron tranquilizarla.—¡No, esto es entre él y yo! —Los apartó y volvió a encararlo—. ¿Así es como tanto dices amarme? ¿Haciendo que yo quiera revisar entre los papeles de Dober y encuentre algo que te pueda ser útil como saber el por qué ellos están aquí? ¿Quieres que me maten?, ¿eso quieres?, ¿no se supone que yo seré tu mujer y que nos iremos a vivir juntos? ¿Cómo puedes manipular así a tu mujer?Hiz trató de calmarse tomando aire y respirando lento, pero sintió que esto sólo sirvió para ahogarse y volvió a respirar agitado.—Dober me tiene lástima —mintió con soltura—, por eso me ayudó cuando me enfermé. Se enteró que un Diamante me maltrató y tuve la descompensación nutricional, le di tanta lástima que mandó a pedir que trajeran al médico para ayudarme porque estuve por un tiempo muerta y me regaló el parc
Hiz se quitó la camisa y la olió, ¿cómo podía Dober oler las energías de las personas? No lo comprendía, aun así, se quitó la ropa y rebuscó en el bulto de ropa desparramado por la cama algo decente que pudiera vestir.—¿Cómo que sabes mucho sobre Dober? —preguntó la madre de Dane—. ¿Qué tanto te ha dicho él?—No me ha dicho, lo he visto —respondió Hiz, caminó hasta una esquina, donde había una silla con una toalla colgada en su espaldar—. Dober me tiene mucha confianza; bueno, por algo soy su mujer.Su mamá soltó un pequeño grito de impresión.—Hiz, si es así, ¿por qué viniste a la aldea sola? —preguntó—. Estás corriendo mucho peligro aquí, ¡no debes volver más!, ¿por qué viniste?—Vine porque… —Hiz se detuvo, su pulso estaba muy acelerado—, necesitaba terminar de llenar el documento de Protegidos y quería verte.Su mamá se levantó de la cama.—Ay, niña, bueno, ve a bañarte, ¡corre! Debes irte de aquí lo más pronto posible.Hiz caminó a grandes pasos hasta el baño, con la toalla blan
Aquel abrazo la reconfortó, para su sorpresa. Rodeó la cintura de Dober e inspiró hondo, llenando sus pulmones del aroma de aquel hombre; olía a lavanda, pero era un olor muy sutil y bastante fresco.Su temblor se detuvo (llevaba horas con aquel miedo).—Tranquila, tu mamá está protegida, no le harán daño —calmó Dober—. ¿Puedes contarme qué pasó en la aldea?—Había un grupo de Exterminio —dijo Hiz con voz temblorosa—. Ellos sospecharon de mí.Dober la abrazó con mayor fuerza y esto a Hiz la reconfortó mucho.—Hiz, no vuelvas a salir sin guardias —pidió el hombre—. Es demasiado peligroso.—Me di cuenta de eso.El doctor Ramson tuvo que estabilizar el parche nutricional de Hiz porque la adrenalina que tuvo por la situación la alteró y le hizo desestabilizar.Pasó dos horas monitoreada y le dieron un tranquilizante. En todo ese tiempo Dober estuvo a su lado, acostado a su derecha de la cama.A ella le pareció bastante curioso el verlo sin zapatos y con pijama (pantalón gris y una camisa
Dober estaba dormido a su lado, con un brazo rodeando la cintura de Hiz. Estaban acostados a medio lado, con sus rostros cerca; un poco más y las puntas de sus narices se rozarían.Las pestañas de Dober eran largas y tupidas, haciendo un arco ascendente. No eran del todo negras, se veían un poco violetas.Es un ser de otro mundo, pensó.Su piel parecía porcelana. Y sus labios rosados claros, delicados; Hiz no podía creer que la noche anterior los había besado.Mientras lo contemplaba, se dio cuenta que él nunca le haría daño: ella era una de las debilidades de Dober Momson, la única debilidad que ella conocía de él hasta el momento.Vio aquellos ojos violetas asomarse entre las largas pestañas y Hiz le sonrió.La primera vez que Hiz lo veía dormir. La primera vez que se despertaba y lo primero que veía era el tranquilo rostro de aquel Pluma.Él la atrajo con su brazo y la piel del rostro de Hiz tocó la de Dober. Sintió todo su cuerpo erizarse y la unión volvió a aparecer en su brazo i
Ella supo que, a aquel ritmo, pronto se encariñaría con Dober. Así como era consciente que, si se apartaba de Dober, quedarían los recuerdos de esos días fríos que pasó a su lado y aquella protección que él le daba.—Señor Dober —llamó ella, una vez habían acabado de desayunar y él se disponía a cambiarse con su abrigo largo y oscuro.Hiz se levantó del comedor y caminó hasta él. Estando los dos de pie, cerca del closet, se miraron fijamente.El violeta y rosado. Dos colores de iris totalmente opuestos que comenzaban a acercarse poco a poco.—Hiz —Dober terminó de ponerse el abrigo—, ¿sucede algo?—¿A dónde va todos los días? —Llevó las manos a su pecho.—Debemos hacer revisión por el área.—¿Están buscando algo?—Sí, ¿recuerdas los hombres que viste en el bosque?Hiz sintió su pulso alterarse.—S-sí, claro.¿Cómo podría olvidarlo? Ese día creyó que iba a morir.—Esos hombres son del grupo Exterminio, asesinaron a los Infinitos y los colgaron por todo el territorio —explicó Dober—. Va
Fue la primera vez que Hiz se vistió con uno de los vestidos nuevos de su madre: uno rojo fuego. También usó uno de los abrigos azul turquí de Dober y guardó en uno de los bolsillos internos un Vigilante (según, debía ir muy bien protegida, porque el lugar era muy peligroso).La custodiaron una docena de guardias de los Plumas. Salió del hotel al lado de Dober y él la llevaba de su brazo.Así que todos los Infinitos oficializaron sus sospechas: ella ahora era uno de ellos. Era la mujer de Dober Momson: esa noticia se expandiría como la pólvora y llegaría hasta los Triángulos.Así que Hiz daba por terminado toda relación con Ben y sus amigos. Así como, si algún día llegaba a encontrarse con alguien que defendiera a los Exterminio, su vida peligraba.En el camino se topó con la mirada de Dane que parecía tener demasiadas preguntas.Subieron a una nave gris, de las militares y los llevaron tan lejos que Hiz ya no lograba reconocer los alrededores.Habría llorado del miedo, pero sabía que
Los guardias se alejaron y ellos quedaron solos.El pecho de Hiz subía y bajaba con rapidez. Dober únicamente sabía observarla y se preguntaba cómo podría sacarla de la conmoción en la que estaba sumida.Ella comenzó a llorar y parecía que las fuerzas la abandonaban. Dober respiró hondo y le extendió una mano.—Te estás ensuciando, levántate. El suelo está muy húmedo.Sorpresivamente, Hiz tomó su mano y se recompuso. Él sacó un pañuelo blanco de seda del bolsillo interior de su chaqueta y limpió las manos de la chica.Hiz notó que Dober tenía un pequeño aruño que le cruzaba el tabique y llegaba hasta su labio superior. Pero, parecía que a él eso no le molestaba. Limpió en silencio las manos de Hiz, hasta dejarlas sin nada de mugre, después le organizó su cabello rojo fuego que lo llevaba suelto y le llegaba por debajo de los hombros.Ella lloraba y soltaba todo el dolor que se estaba reteniendo en su interior.Todo en lo que una vez creyó…Todo lo que una vez fue su razón para vivir…
Hiz dejó salir un suspiro de cansancio.—No creo que Dober me muestre en sociedad tan pronto —comentó con desinterés, se sentía demasiado cansada mentalmente.—Oye, ¿qué le pasó a tu parche? —inquirió Dane.Hiz llevó una mano a su cuello y cubrió su marca.—Lo tenía puesto, ¿cómo se pudo caer? —comenzó a mirar el piso de la habitación.—Ellos se caen cuando la marca ya no lo necesita —explicó Dane—. Qué bueno que ya te encuentres mejor.La primera buena noticia que Hiz recibía en todo el día.—Hiz, ahora que lo recuerdo, por eso quise venir a hablar contigo —se apresuró a decir Dane—. ¿Por qué tuve que dormir anoche en el hotel? Quise preguntarte anoche, pero me dijeron que estabas con Dober y él llegó muy molesto.—Ah… es que —¿qué podría decirle para que no se asustara? —. Tu mamá me pidió que te dejara quedar en el hotel, se iba a quedar en casa de tu tía.—¿Qué?, ¿por qué? —Dane tornó su rostro serio y algo asustado—. ¿Qué pasó en la aldea?—Es que… —Hiz llenó sus pulmones de aire