97. Moribunda crueldad
Isabella observa, detenidamente, cómo colocan a Angelina ya inconsciente en la camilla, alejándose de los dos bañados en sangre.—No puedes ir, detente —Isabella detiene a su hermano cuando lo ve dar un paso tambaleante hacia al frente, tomándolo entre sus brazos—, no estás estable, necesitas sentarte.—Quítate de mi camino —gruñe Giancarlo zafándose de su agarre, logrando dar otros pasos, cegado por la oscuridad.—¡Giancarlo! —exclama Isabella al sostenerlo una vez más—, ¡No puedes ir! No nos dejan, no van a permitir que pases.—Mi esposa, mi mujer, está allá adentro muriéndose —Giancarlo señala con los labios pálidos pero con ojos sombríos. Está hecho un desastre, moribundo, lleno de sangre, ojos rojos y mirada oscura—, y tú exiges que me quede aquí…—¡Está en emergencias! —Isabella vuelve a tomarlo por el brazo—, ¡Tenemos que esperar a que nos digan algo!—Quítate, no me toques —Giancarlo se zafa otra vez de sus brazos con fuerza, tratando de dar otro paso pero es casi imposible. T
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