—El ADN es fresco, señora Keller. Su hija no está muerta. Seguramente ha estado oculta, esperando que fuese el momento indicado para atentar contra su otro hijo, con su esposa. Y su secretaria...—¿Quién?, ¿Telma?—No, señora Keller. Evangeline Barris.—Ah, sí, la chica huérfana... —comenta con algo de descuido.Si, sí, ella está al tanto de todo. Que Telma se quitó la vida, que su hijo y esposa tienen una nueva sumisa. No le hace falta llamarlo ni verlo todos los días para saber lo que este hace.—¿Por qué no se muestra sorprendida?—¿Ante qué? —Levanta la mirada con desconfianza—. Conozco a mis hijos. Sé que son muy abiertos en sus relaciones personales, pero no asesinos ni cobardes.—Señora Keller...—¿Para qué me trajo aquí? —Esta cuestiona cansada, rodando los ojos azules que le heredó a su hijo más exitoso.—Su hija está viva.—Eso ya lo sabía.—¿Cómo, señora?—Hace tres años recibí una carta de ella —le expresa, cansada por tanto drama y disgustada de que consideren que su hija
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