La joven escapó antes de que la clase de Oliver terminara, asustada de que sus compañeras la confrontaran y buscaran saber qué había ocurrido entre ella y el profesor y, si bien, debía regresar para su siguiente clase, no lo hizo y se fue a su casa. Le escribió a Andrea para que recogiera sus cosas personales, las que habían quedado tiradas en su pupitre, y tras llegar a su domicilio, se derrumbó en el sofá a pensar, con una botella de vino en la mano. Era el vino que usaba para cocinar, para aderezar las carnes estofadas y otros platillos que preparaba junto a sus hermanos, pero el cual se tuvo que beber para calmar la extraña amargura que sentía en la garganta, la que no se había quitado ni siquiera vomitando. Tras cada sorbo, Abigaíl se replanteó su vida y pensó detalladamente en lo que estaba ocurriendo, en las decisiones erróneas que había tomado durante todo ese lamentable tiempo.Por supuesto que se arrepintió por el camino que su propia madre la había guiado. Tuvo rabia, mi
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