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Todos los capítulos de Seduciendo a mi profesor: Capítulo 61 - Capítulo 64
64 chapters
61
De pie frente a la puerta de la habitación del hotel, Abigaíl sintió las lágrimas mojándole las mejillas.Sabía bien lo que ocurriría. Había estado en esa posición un par de veces, tal vez más de las que le gustaría recordar. Aun estaba a tiempo de huir, pero solo la detenía una cosa: sus hermanos.No podía permitir que se los llevaran a un orfanato. Ellos eran la única pieza de su familia que le restaba. No podía perderla también. Miró la cama con un nudo en la garganta y sonrió melancólica al pensar en el profesor. Siempre quiso disfrutar en un hotel así de elegante con alguien especial, alguien con quien ella sí quisiera acostarse, pero la historia seguía repitiéndose y siempre terminaba en lugares así con la persona equivocada. Por suerte, todo sucedió rápido. Siempre sucedía rápido. El hombre la tomó sin siquiera ser consiente de cómo, con cada embestida, le arrancaba lágrimas que la destrozaban un poco más.Abigaíl siempre se sentía repugnante después de un encuentro así, más
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Cuando se despertó otra vez, lo hizo exaltada. Y se levantó del piso bajo la curiosa mirada de sus hermanos y empezó a buscar el dinero.Por unos instantes, tras recuperarse de su desmayo, creyó que estaba loca y que tal vez había escondido en dinero en otro lugar.Lo buscó sin parar, hasta que Cinthia se acercó para detenerla y contenerla. —¿Era mucho dinero? —preguntó su hermana, con mueca entristecida.Abigaíl jadeó exaltada y se tocó el rostro con las manos para aguantar un grito de rabia. Quiso calmarse, pero pensar que su propia madre había robado el dinero para sus propios hijos, la hinchaba de aborrecimiento.De un sentimiento que jamás había experimentado con tanto ímpetu.—Tranquila, podemos recuperarlo, de alguna u otra forma. —Su hermana solo quería consolarla. Abigaíl se tomó algunos minutos para pensar. No podía llamar a la policía. ¿Cómo iba a explicarles que su propia madre, la que se suponía que vivía con ellos, les había robado dinero que no tenía como justificar?
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Se quedó mirando el teléfono algunos segundos, con Simona a su lado, quien le observaba con preocupación.—Di algo, por favor —suplicó la mujer tocándose las manos con ansiedad.Desde que se había encontrado con Abigaíl en la feria local y se enfrentó a ella con la verdad, la mujer cambió por completo su perspectiva de las cosas. Ahora comprendía la profesión secreta de la joven y no la criticaba, muy por el contrario, la comprendía. Entendía que todo tenía una razón noble que la hacía tragarse sus propias palabras de odio. —Viene en camino —contestó Oliver con los ojos brillantes—. ¿Qué se supone que tengo que hacer? —preguntó con ansiedad—. ¿Y si lo arruino todo otra vez?Simona le sonrió con dulzura y le acarició el brazo con la punta de los dedos, intentando transmitirle sosiego y seguridad.—Tienes que decirle la verdad, Oliver —aconsejó ella y se sobresaltó cuando alguien llamó a la puerta—. Ya llegó —dijo emocionada y le palmeó la mejilla para despertarlo.Oliver no lo dudó y
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Abigaíl estaba cansada de ser la segunda opción. Era la segunda opción de los hombres, de su madre, incluso de sí misma. Se marchó por las calles frías, con el mentón en alto, sintiéndose y por primera vez, orgullosa de sí misma, de ese primer acto de amor y valor. Nunca fue consiente de cuanto valía hasta ese segundo. A Simone no le quedó de otra que regresar. Cuando Oliver la vio sola, se quedó perplejo. —¡¿Y qué pasó?! —preguntó alterado.—Se fue. Simona tenía una boba sonrisa dibujada en su rostro. Parecía satisfecha con el actuar de Abigaíl. —¿Qué? ¡No, no! —exclamó y salió corriendo de la casa, para luego regresar—. ¿Qué le pasó? ¿Qué le dijiste? —Nada —dijo Simona—. Fue ella la que habló y cuando supo que la Victoria estaba aquí, dijo que ya no quería ser tu segundo plato y se fue. Oliver escuchó todo con tal atención que, se quedó perplejo al oír esa parte tan importante. —¿Segundo plato? —preguntó él, bastante conmocionado. Simona no tuvo que decirle nada, solo m
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