A pesar de que la sanadora le pidió que se quedara en la cama porque necesitaba descanso, los gritos la hicieron levantarse y asomarse a la ventana. Escondida para que no la vieran presenció toda la discusión, se sentía como una intrusa, una impostora y una amenaza para esa gente. No entendía cómo, en tan poco tiempo, había comenzado a tener sentimientos por Asher. La atraía, eso era innegable, pero ella no sabía nada del amor y no creía que eso fuera lo que sentía. Las sensaciones que la recorrían cuando estaba cerca de él no era otra cosa que deseo. Sin importar cómo fuera, ella debía intervenir, no podía permitir que esas personas atacaran a Asher y le hicieran daño por su culpa, solo de pensarlo se le descomponía el cuerpo. —Todos estábamos bien hasta que llegaron —escuchó que decía la sanadora y se apartó de la ventana para mirar a la mujer—. Los intrusos solo traen problemas, nos acostumbramos a vivir con la maldición y prefiero continuar así a que una apestosa bruja sea nue
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