JOHN FOSTER En la sala de espera me quedé plantado frente a la ventana, con los ojos nublados por las lágrimas. Ningún quejido o sollozo salía de mi garganta. La reunión fracasó, mis suegros se llevaron a los niños a casa, sin explicarle a Amber lo que había ocurrido. Como una estatua sin alma, permanecí de pie, sin sentir cansancio, solo dolor, uno del que no te puedes deshacer con pastillas. Las horas pasaron, el sol se asomó por el horizonte y Chapman no salía del quirófano. Solo escuchaba gritos pidiendo más bolsas de sangre, material y una oración. Lo único que sabía era lo que los enfermeros comentaban antes de ingresar a urgencias. Sonaba poético, pues solo mencionaban a la novia del corazón roto. Por momentos quería caer al piso, romper en llanto, sentirme miserable y sucumbir, pero me mantuve de pie, llorando en silencio. ¿Nuestro amor estaba condenado a la agonía? Cada vez que intentara ser feliz con Avril, algo terminaría saliendo mal, ¿era la manera en la que el destin
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