HENRY CHAPMAN
—Perdió la memoria… —interrumpí la alegría de los padres de Avril, quienes congelaron sus sonrisas y voltearon lentamente.
—¿Cómo? —preguntó el señor Steel acercándose a mí—. ¿Por qué? Lo que le fallaba era el corazón, no la cabeza.
—El tiempo que pasó en ese coma inducido y las benzodiacepinas que se le administraron todos los días, pudo ser la combinación que le hicieran perder la memoria. Ella cree que está en vísperas de casarse con Derek Malone —refunfuñé con pesar—. En este momento he pedido apoyo para el departamento de neurología, están intentando descartar cualquier daño en su cerebro.
—Pero… ¿Ella estará bien? —preguntó la madre, víctima del suspenso.
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AVRIL STEELComo si se tratara de cualquier historia genérica de una princesa cualquiera, terminé en la torre más alta y custodiada por un feroz dragón. El doctor Chapman me había metido en una de las habitaciones de su enorme casa nueva para atender mis necesidades y vigilar mi progreso. Necesitaba terapia neurológica, psiquiátrica y psicológica, todo por mi bien, porque al parecer había siete u ocho años que yo no recordaba y que se reusaban a explicarme.Mis padres decían que tenían que adecuar la casa para que pudieran tenerme ahí, pero… ¿qué era lo que tenían que arreglar? ¡No tenía sentido! ¿Me veían como una carga? ¿Eso era posible? Ellos siempre habían sido dulces y comprensivos conmigo, ¿por qué cambiarían ahora que más los necesito?&mda
HENRY CHAPMAN—Doctor, lo siento, pero no pienso estarme peleando con usted todos los días, incluso de noche —contestó Clary con hosquedad y reproche. —Triplicaré tu sueldo. —Por fin volteé hacia ella, notando la indecisión en su rostro. Necesitaba el dinero, o por lo menos no sabía disimularlo muy bien.—No puedo. —Agachó la mirada y apretó los dientes.—¿Por qué?—Scott…—El niño. —Entorné los ojos recordando al pequeño—. ¿Tu hijo?Asintió pesarosa y parecía que había algo más que la torturaba.—¿No lo puede cuidar su papá?—Su papá… no… —Suspiró con tanta brusquedad que sus mejillas se inflaron—. Soy madre soltera.—Tr&aa
AVRIL STEELCaminé por las calles, nada en la ciudad parecía diferente o extraño. Era como si nada hubiera cambiado, hasta que me planté delante de ese enorme edificio de oficinas. Cuando lo vi junto a Derek, solo íbamos a rentar unas cuantas, para comenzar nuestro proyecto, pero ahora parecía que pertenecía a una enorme empresa.—¿Presidenta? —preguntó el hombre de la entrada, acercándose a mí con emoción contenida—. ¿Es usted?—¿Presidenta? —inquirí confundida.—¿Por fin regresará a trabajar? ¡Qué gusto volverla a ver! —exclamó emocionado y más trabajadores se le unieron.Entré al edificio con curiosidad, era lindo que todos me recibieran con tanta alegría y halagos. Llegué hasta el último piso y me dirigí por
AVRIL STEEL—Oye… No tengo nada… Estoy en ceros —contesté volteando los bolsillos de mi pantalón, en el mismo momento que otro hombre se acercó.—Eso es una lástima, muñeca… una gran desgracia, pero para ti —dijo con una sonrisa antes de abalanzarse.Quise escapar, volviendo a correr, pero no pude llegar muy lejos antes de que me abrazara por la espalda y me metiera al callejón siguiente, donde me arrojó al suelo. Sentí como la grava suelta y la basura se clavó en mi espalda, pero el dolor más fuerte fue el de mi tórax que volvió a crujir como si algo se hubiera roto por dentro.El dolor me incapacitó y aunque quise patalear, no tenía la fuerza y mucho menos las ganas. El dolor de mi pecho me nublaba la vista.—Si no hay dinero, hay cuerpo —dijo el hombre riendo junto con su amig
AVRIL STEELSubí con cuidado de no lastimarme más y caí con ambos pies dentro del jardín de la casa. Avancé lentamente y entré por la puerta principal. Las luces estaban prendidas, pero no veía a nadie ahí. Antes de gritar por mis padres, me encontré con una urna en uno de los libreros. Todo había sido apartado, creando lo que parecía un pequeño altar, con una veladora y algunas fotografías.Tomé la urna y entonces me di cuenta, eran las cenizas de… ¿mi abuelo? Los ojos se me empañaron y tuve que devolver el objeto a su lugar antes de que mis manos temblorosas lo tiraran.—¿Mamita? —Una suave voz me tomó por sorpresa. Volteé lentamente y vi a una pequeña de cabellos rubios y ojos azules, tan llorosos como los míos. Sus manitas se aferraban a la esquina de la pared y sus labios tembl
JOHN FOSTERRecargado sobre la cortina del garaje, vi mi viejo auto con la salpicadera destrozada, así como el parabrisas fracturado. Ya no tenía marcas de sangre en la carrocería, pero aún podía verlas como si estuvieran frescas.Aún recordaba esa noche, no podía con el dolor de ver morir a Avril, estaba desesperado por una solución y recé por encontrarla. En ese momento vi a Rita en la calle. Las circunstancias parecían perfectas, no había cámaras de seguridad ni ningún testigo alrededor que pudiera acusarme de lo que ya se fraguaba en mi mente.Avril necesitaba un corazón y Rita tenía uno que claramente no ocupaba. El hospital no estaba muy lejos de ahí y al estar Chapman, de seguro la ambulancia la llevaría con él.Aunque todo pasó en segundos, en ese momento parecía que el tiempo se había congelado. Aun así, la respuesta en mi cabeza fue clara. Era una oportunidad que no podía desperdiciar. Aceleré hasta que el volante vibró entre mis manos, y afiné puntería. Tenía que ser letal,
AVRIL STEELChapman había peleado fuertemente con el detective, este deseaba que me presentara como testigo del intento de homicidio de mi propio atacante. Si fuera por mí, no me importaría que se muriera. Fue entonces que escuché que la hija de Chapman, una tal Rita, había muerto al ser atropellada. La policía no había encontrado a ningún culpable. «¡Se esfuerzan por encontrar a alguien que enfrentó a un criminal y que salvó a Avril, pero no veo que encuentren al bastardo que mató a mi hija!», había exclamado el doctor, lleno de furia, sus ojos ardían y sus puños temblaban por la impotencia. Incluso me sentí apenada por él.«Le recuerdo que nosotros no la matamos, doctor… Fue usted mismo al desconectarla para poder darle su corazón a otra mujer», había contestado el detective, de manera cruel e hiriente, dejando al pobre Chapman congelado.Acaricié por encima de la blusa mi cicatriz que había comenzado a arder. ¿El doctor Chapman me había dado el corazón de su hija? Sabía que él me h
JOHN FOSTERComo aquella vez que me robé a los niños de esa villa en Italia, me escabullí en la residencia nueva del doctor, esta vez como un sirviente de reemplazo.Me calcé los guantes, me acomodé el elegante traje de servicio, sintiéndome como un pingüino conserje. Acomodé la servilleta de tela sobre mi brazo y con una elegancia que nadie jamás vería en un sirviente, caminé por la casa, pasando sutilmente fuera de cada puerta, buscando a una rubia encantadora con la mente en blanco.Estaba seguro de que en cuanto me viera, recordaría todo, o ese era mi plan. Tal vez tuve que asesorarme con un experto antes de mi incursión.Llegué hasta la biblioteca sin éxito y cuando estaba delante de esta, dudé por un momento en abrir la puerta. Con un hermoso vestido color durazno y sus lindos cabellos organizados en mechones que se torc&iac