AVRIL STEEL —No me iré de aquí sin ella… —sentenció Chapman viéndome fijamente. —Ella no quiere ir contigo, ya escogió, se acabó el juego —contestó John plantándose delante de él. Ambos eran casi igual de altos, pero se notaba que la edad causaba una gran diferencia. Mientras John se veía vigoroso y su cuerpo parecía vibrar, listo para la contienda, Chapman se mostraba más relajado, incluso con las manos en los bolsillos. —Johny, sabes que no soy un hombre que le guste la violencia, sabes que, como médico, no haría nada que comprometiera mis manos. Vivo de ellas —agregó Chapman viendo sus manos con atención. De pronto levantó la mirada hacia mí, entornando los ojos—. Nunca creí que sería capaz de poner en juego mi carrera, arruinando mis herramientas más preciadas, por una mujer. Comprendí muy tarde a lo que se refería cuando su puño impactó contra el rostro de John, haciéndolo retroceder mientras mi grito se quedaba atorado en la garganta. De esa manera se desató una contienda
JOHN FOSTER En la sala de espera me quedé plantado frente a la ventana, con los ojos nublados por las lágrimas. Ningún quejido o sollozo salía de mi garganta. La reunión fracasó, mis suegros se llevaron a los niños a casa, sin explicarle a Amber lo que había ocurrido. Como una estatua sin alma, permanecí de pie, sin sentir cansancio, solo dolor, uno del que no te puedes deshacer con pastillas. Las horas pasaron, el sol se asomó por el horizonte y Chapman no salía del quirófano. Solo escuchaba gritos pidiendo más bolsas de sangre, material y una oración. Lo único que sabía era lo que los enfermeros comentaban antes de ingresar a urgencias. Sonaba poético, pues solo mencionaban a la novia del corazón roto. Por momentos quería caer al piso, romper en llanto, sentirme miserable y sucumbir, pero me mantuve de pie, llorando en silencio. ¿Nuestro amor estaba condenado a la agonía? Cada vez que intentara ser feliz con Avril, algo terminaría saliendo mal, ¿era la manera en la que el destin
HENRY CHAPMANPerdiendo la fe, sentado en un banco junto a la cama de Avril, mi atención estaba fija en ese grupo de catéteres que salían de su cuello, veía como su sangre salía de su cuerpo y volvía a entrar. Ver a una mujer tan joven, con toda la vida por delante, con hijos pequeños que la estarían esperando en casa, y muchos sueños que cumplir, atada a un enorme corazón de acero, era deprimente, pero saber que era Avril, esa rubia que siempre sabía cómo responder a mis comentarios hostiles, se volvía un dolor tan personal. Seguía sin creer que Rita había sido capaz de hacer algo tan atroz y darse a la fuga.Vi los papeles entre mis manos, la responsiva que le entregaría a los padres de Avril. Era sencillo, podían mantenerla conectada hasta que su cuerpo no aguantara o… simplemente desconectarla de una vez y dejar que se fuera
AVRIL STEEL Abrí los ojos lentamente y me di cuenta de que me dolía la cabeza de una manera insoportable, los músculos de mi espalda y mi cuello estaban contracturados y las punzadas detrás de mis ojos se estaban volviendo insufribles. Cuando quise jalar aire, un dolor intenso se apoderó de mi pecho, era como si hubieran puesto mi torso en una prensa hidráulica. Recosté de nuevo mi cabeza en la mullida almohada y puse mis manos contra mi pecho, crujía en cada respiración. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? Techos blancos, luces frías, monitores a mi alrededor y tubos delgados y transparentes fijados a mis venas, metiendo líquidos de colores ambarinos a mi cuerpo. Estaba aterrada, ¿qué me había pasado? Busqué en el cuarto, había una enfermera abriendo las cortinas, no se había percatado de mi presencia hasta que mis latidos cardiacos acelerados se proyectaron en el monitor. —¡Buenos días! —exclamó brindándome una gran sonrisa—. Todos es
HENRY CHAPMAN—Perdió la memoria… —interrumpí la alegría de los padres de Avril, quienes congelaron sus sonrisas y voltearon lentamente.—¿Cómo? —preguntó el señor Steel acercándose a mí—. ¿Por qué? Lo que le fallaba era el corazón, no la cabeza.—El tiempo que pasó en ese coma inducido y las benzodiacepinas que se le administraron todos los días, pudo ser la combinación que le hicieran perder la memoria. Ella cree que está en vísperas de casarse con Derek Malone —refunfuñé con pesar—. En este momento he pedido apoyo para el departamento de neurología, están intentando descartar cualquier daño en su cerebro.—Pero… ¿Ella estará bien? —preguntó la madre, víctima del suspenso.&mdas
AVRIL STEELComo si se tratara de cualquier historia genérica de una princesa cualquiera, terminé en la torre más alta y custodiada por un feroz dragón. El doctor Chapman me había metido en una de las habitaciones de su enorme casa nueva para atender mis necesidades y vigilar mi progreso. Necesitaba terapia neurológica, psiquiátrica y psicológica, todo por mi bien, porque al parecer había siete u ocho años que yo no recordaba y que se reusaban a explicarme.Mis padres decían que tenían que adecuar la casa para que pudieran tenerme ahí, pero… ¿qué era lo que tenían que arreglar? ¡No tenía sentido! ¿Me veían como una carga? ¿Eso era posible? Ellos siempre habían sido dulces y comprensivos conmigo, ¿por qué cambiarían ahora que más los necesito?&mda
HENRY CHAPMAN—Doctor, lo siento, pero no pienso estarme peleando con usted todos los días, incluso de noche —contestó Clary con hosquedad y reproche. —Triplicaré tu sueldo. —Por fin volteé hacia ella, notando la indecisión en su rostro. Necesitaba el dinero, o por lo menos no sabía disimularlo muy bien.—No puedo. —Agachó la mirada y apretó los dientes.—¿Por qué?—Scott…—El niño. —Entorné los ojos recordando al pequeño—. ¿Tu hijo?Asintió pesarosa y parecía que había algo más que la torturaba.—¿No lo puede cuidar su papá?—Su papá… no… —Suspiró con tanta brusquedad que sus mejillas se inflaron—. Soy madre soltera.—Tr&aa
AVRIL STEELCaminé por las calles, nada en la ciudad parecía diferente o extraño. Era como si nada hubiera cambiado, hasta que me planté delante de ese enorme edificio de oficinas. Cuando lo vi junto a Derek, solo íbamos a rentar unas cuantas, para comenzar nuestro proyecto, pero ahora parecía que pertenecía a una enorme empresa.—¿Presidenta? —preguntó el hombre de la entrada, acercándose a mí con emoción contenida—. ¿Es usted?—¿Presidenta? —inquirí confundida.—¿Por fin regresará a trabajar? ¡Qué gusto volverla a ver! —exclamó emocionado y más trabajadores se le unieron.Entré al edificio con curiosidad, era lindo que todos me recibieran con tanta alegría y halagos. Llegué hasta el último piso y me dirigí por