Edward y Grace fueron abordados por sus hermanos y sus esposas al salir. Viendo que Grace estaba entretenida hablando con una de sus cuñadas, Edward se adelantó para saludar a los Hilton. Al llegar a la mesa, un hombre alto y fornido, vestido de etiqueta, le saludó efusivamente.—¡Edward Langford! Felicidades, ¿dónde está la afortunada? —preguntó, visiblemente emocionado, por haber sido invitado a un evento tan privado de alguien con quien había hecho negocios antes.—En unos momentos viene. ¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó amablemente Edward a Noah Hilton. Luego, se acercó una mujer rubia de ojos grises, luciendo un elegante vestido de noche. —Marie, bienvenida —le saludó caballerosamente. Marie, esposa de Noah, era una mujer hermosa, rubia y de ojos grises, que sonrió al terminar el abrazo de felicitación.—El viaje fue tranquilo, he dormido como un león durante el vuelo. Marie está emocionada; es su primera vez en Italia.—Gracias por invitarnos, Edward, y déjame decirte —Marie se
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