Justo cuando Priscila comenzaba a disfrutar de la felicidad, la noticia de que su hijo había recaído la lanza a un profundo abismo. —¿Qué dijiste? —preguntó ella aturdida con aquellas palabras.—No hay tiempo para explicaciones, mi amor. Ahora lo único importante es nuestro hijo —ella miró su pecho aún sudoroso y pudo ver claramente aquella marca. Sí, era él.Nerviosa, fue hasta la cama, tomó el vestido que yacía sobre la alfombra, comenzó a vestirse mientras Gari lo hacía también. Salieron del hotel rumbo al auto del pelirrubio. Priscila aún se sentía perturbada, pensamientos iban y venían en su cabeza. Durante el trayecto, él sujetó su mano y la miraba a ratos, mientras ella parecía perdida en sus pensamientos. —¡Todo va a estar bien, mi amor! —ella lo miró y las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, el miedo comenzó a apoderarse de ella. Minutos después, estaban en la mansión. Ella bajó del coche y Gari amagó a bajar detrás de ella:—Espera aquí, por favor. —se inc
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