Una cruda realidad

—¿Qué haces aquí? —preguntó él.

—Yo, yo —tartamudeó antes de responderle con la misma pregunta— ¿Tú, qué haces aquí?

—¿Trabajas aquí? —preguntó él recordando que en un tiempo ella fue enfermera.

—¡Sí! Bueno, no. —contestó visiblemente nerviosa, volver a ver a Theodore luego de tantos años sin saber de él, fue algo inesperado para ella.

—Estoy aquí por el niño, seré su donante.

—¿Qué? —preguntó llena de asombro. Todo era tan aturdidor como increíble, él era el abuelo de Gael y no lo sabía.

—¡Sí! ¿Por qué te extraña? A ver, Priscila es mi empleada y es su hijo, necesita de mí y la estoy ayudando.

—¡Vaya! Cuando yo necesité de ti, nunca estuviste. —espetó. Theodore bajó la mirada.

—No sabía que estabas embarazada, no tenía idea de lo que estabas pasando. Pero cuando te busqué, nunca quisiste recibir mi apoyo.

—Ya no lo necesitaba. En el momento más difícil no estabas y ahora eres el mejor de los jefes, que irónica la vida.

La puerta se abrió repentinamente y Priscila entró a
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