Priscila despertó muy temprano, estar en aquella casa extraña, era para ella un tanto incómodo. Luego de atender al pequeño Gael, se sentó a revisar sus mensajes, tenía algunas llamadas perdidas de Annette. Algo que le pareció un tanto raro. Escuchó uno de los audios en su correo de voz “Prisci, necesito verte. Por favor, llámame”, justo cuando se disponía a responderle a su amiga, tocaron a su puerta y ella se levantó a abrirle.—Buenos días, Sra Priscila, el señor aguarda por usted. —¡Gracias, Teresa! En un minuto bajo.—Si desea yo me encargo de Gael. Me fascinan los bebés. —Priscila sonrió. Besó la frente del niño y bajó al comedor.Theodore la recibió con una sonrisa, ver a Priscila allí, le generaba ilusiones que habían quedado atrás, en el pasado. Una esposa, el hijo que nunca tuvo, eso sería maravilloso para él.—Buen día, Priscila. —Buenos días, Theodore. —saludó con amabilidad y se sentó. Mientras desayunaban, Theodore conversó con ella sobre algunas nuevas propues
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