Kamus miró su reloj. Sólo faltaban cinco minutos. Caminó por su oficina, ordenó unas carpetas, bebió agua, se acomodó la corbata. Su nueva asistente entró. Ella se paseó alrededor del escritorio con su minifalda.—Estos documentos necesitan su firma —informó, con voz aterciopelada.Él volvió a mirar su reloj.Ella, Anahí, se quedó esperando, sentada levemente en el borde de su escritorio. Había sido la mejor postulante, graduada con honores, un diplomado y hasta un magíster.Si Alfonso Kamus fuera un hombre humilde, le habría dicho que estaba sobre calificada para el puesto.—¿Pasa algo, jefe?El hombre no dejaba de mirarle las piernas, muy concentrado. Las horas que se pasaba en el gimnasio habían valido completamente la pena, pensó, satisfecha.—Nada. Te avisaré cuando los firme.Anahí le sonrió y caminó hacia la puerta como si desfilara en una pasarela, con un pie por delante del otro en un andar cadencioso y seductor. Se volvió a ver a Alfonso antes de salir, él seguía con la vista
Leer más