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Todos los capítulos de Robando los secretos del CEO: Capítulo 31 - Capítulo 40
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XXX Hombre en shock
El estridente grito de Úrsula (del que estaba muy orgullosa porque era perfecto para películas de terror) se amplificó por la acústica del estacionamiento y se oyó el triple de fuerte. El hombre que la había cogido del hombro, y que no distinguía del todo por la poca luminosidad, se llevó las manos a los oídos, momento que ella aprovechó para asestarle un bolsazo en toda la cara.—¡Vete de aquí, maleante!—¡Espera, soy yo!Úrsula se detuvo a punto de darle otro golpe. ¡Su jefe! ¡Por poco y había descalabrado a su jefe!—¡¿Por qué se acercó así?!El hombre se aferraba la cabeza, como si quisiera acomodarse las partes que la formaban. —No me regañes, suficiente tuve con tu grito y tu golpe. ¿Qué llevas en ese bolso? ¿Piedras?—No, ¿cómo cree? Sólo... sólo una llavecita inglesa. ¿Está bien?Bien desarmado, pensó él. La cabeza le retumbaba.—Creo que estoy sangrando.Volvieron al ascensor. La luz le permitió a Úrsula descubrir el desastre que había hecho con el pobre e imprudente hombre.
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XXXI Una actriz extraordinaria
Úrsula sospechó de las intenciones de Kamus cuando supo que era él a quien había golpeado en el estacionamiento. Igual que en el mirador y que en el callejón junto al bar, él la abordaba en la oscuridad. ¿Sería tímido? Consideró esa posibilidad al principio, cuando recién empezaba a saborear sus labios. Ahora que él usaba hasta la lengua, ya lo había descartado.Ella se apartó un instante para respirar. Él le besó la comisura, la mejilla, el pómulo. Quería devorarla, derretirla con el calor de su pecho, que se agitaba bajo las manos de Úrsula. Volvieron a besarse, ella quería devorarlo también. ¿Se sentirían tan deliciosos sus besos si ella no estuviera con tanta hambre acumulada? Porque con hambre hasta un triste hot dog era un manjar. Él no era un triste hot dog, era todo un banquete, pero estaba medio malogrado. Úrsula volvió a apartarse. Esa respiración agitada de él la tenía con taquicardia. Sus pezones endurecidos presionaban tras el brasier, deseosos por liberarse y conocer
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XXXII A prueba de besos
Úrsula llegó a las 8:10 a casa de Kamus y, para no parecer ansiosa o desesperada, estacionó una cuadra antes y ahí estuvo hasta que fue la hora indicada. Lo que pasara a continuación dependería de lo que hiciera su jefe al abrir la puerta. Si salía, se irían al trabajo de inmediato.¡Buuuuu!Si la hacía entrar, continuarían con el complejo, pero exquisito proceso de conocerse íntimamente y presentarían a las partes de su cuerpo que seguían sin encontrarse. Eso era inaceptable considerando lo social que era ella. Quería dialogar con todo el cuerpo de Kamus.Un vistazo al espejo para confirmar que sus mejillas no estuvieran sonrojadas y bajó.—Pasa —dijo él al abrirle la puerta.¡Aleluya! Úrsula entró con el vientre apretado y el pulso en ascenso, mientras su cabeza se llenaba de expectativas. Se quedaron mirando frente a frente, disfrutando de ese primer encuentro luego de casi doce horas sin verse, ¡una eternidad! ¿Había cambiado algo en el rostro de él desde entonces? Sí, la zona a
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XXXIII El chisme supremo
En el estacionamiento de la empresa, Kamus se bajó del auto de Úrsula y fue a buscar algo al suyo. Ella entró primero al edificio con lo que había comprado en el camino para el desayuno.Kamus se encontró con Martín en el ascensor.—¿Qué te pasó en la cara, hombre? Espero que el otro haya quedado peor.—No fue una pelea, sino un accidente. Martín no pareció muy convencido con lo que parecía demasiado un combo en el ojo. —¿A que no te has enterado del nuevo chisme de Deluxe?Kamus se tensó. No era posible que se supiera ya lo de él y Daniela, apenas estaba empezando y no estaba muy seguro del destino que tuviera, mucho menos se sentía preparado para que se hiciera público. No, era imposible, él y ella no tenían nada, salvo un... coqueteo muy intenso. —No me interesan los chismes.—Pero hacen más sabrosa la vida. ¿Qué opinarías sobre un romance entre mi asistente y tu asistente?Un microinfarto, eso tuvo Kamus. Este chisme era mucho peor. —¿De dónde sacaste eso? —en su voz se eviden
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XXXIV La peor tortura
Úrsula, caracterizada como Daniela, contemplaba absorta la incipiente escena de celos de Kamus cuando, según sus cálculos, había pasado poco más de trece horas desde que iniciaran lo que fuera que hubiera entre ellos.El frío hombre revelaba ser intenso, había un corazón que vibraba con ardiente pasión debajo de capas y capas de hielo, que se derretían con la llegada del verano y las vacaciones, pero ellos estaban todavía en otoño.—¿A qué se refiere con "lo que pasa entre nosotros"? Darío es mi compañero y tenemos una relación de cordialidad, nada más —una respuesta moderada—. Yo me besé con usted, ¿acaso cree que me ando besando con todo el mundo? —se le salió un poco de Úrsula, no pudo evitarlo.—Están circulando rumores que los vinculan a ustedes dos. —¿De verdad? Yo no he oído nada. —Martín se enteró y me lo dijo —afirmó Kamus, con total convencimiento.La incredulidad de Úrsula acabó con una risa.—Ahora veo que no soy la única crédula que cae en sus embustes, eso me alegra.K
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XXXV Calentómetros
Si el restaurante al que la había llevado Mad era elegante, el escogido por Kamus era lo que le seguía. Se sintió como si fuera de la realeza avanzando por ese piso de mármol sobre el que se alzaba un techo abovedado decorado con frescos como los que había en las catedrales más importantes del mundo.Fueron a un privado, donde sólo serían ellos dos y la tensión sexual que la estaba matando lentamente.Úrsula deslizó los dedos por el mantel aterciopelado de un rojo purpúreo encantador. Los cubiertos eran dorados.—No son de oro, ¿o sí? —se atrevió a preguntar, a riesgo de quedar como una pueblerina ignorante.Así mismo se sentía, como la cenicienta. Eso convertía a Bill en su hada madrina y a Kamus en su príncipe.—No lo sé —dijo él—, se lo preguntaremos al garzón cuando venga. ¿Te gusta este lugar? —Es precioso, como un palacio. Gracias por traerme aquí.Él le cogió la mano y se la besó, sin perder el contacto visual. Tal gesto añadió varios puntos al calentómetro de Úrsula, que esta
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XXXVI Noche ardiente
Un poco de agua en la nuca y en los brazos la refrescaría lo suficiente hasta llegar a casa de Kamus. Así no realizaría ninguna arriesgada, pero excitante, maniobra en el auto durante el camino, que sospechaba se le haría eterno.Kamus seguía sentado a la mesa, con una cara que le llegaba hasta el suelo. No creyó que fuera por lo elevada de la cuenta.—¿Pasó algo?—Te llamó tu ex.¿Cuál ex?, pensó de inmediato. Casi lo dijo. Por fortuna su cabeza fue más rápida. —¿Y qué quería?—¿Cómo podría saberlo? No le contesté, no voy a transgredir tu autonomía de ese modo, pero no lo quiero cerca de ti.—Si me prohíbes relacionarme con alguien estás transgrediendo mi autonomía —soltó ella, ¡Úrsula!, que se metía donde nadie la llamaba.Daniela habría dicho algo como: "no sé qué hacer para que deje de llamarme. ¿Debería denunciarlo por acoso?". Y Kamus se habría ofrecido a acompañarla a la policía, como ya había hecho.¡Qué desastre! Acababa de iniciar una discusión. —¡¿Cómo?! Ese tipo es peli
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XXXVII El ganado
Dados los catastróficos acontecimientos por los que atravesaba Úrsula, la reunión del día domingo con Bill se pospuso. No había mucho que informar de todos modos.Tampoco fue al gimnasio. A las nueve de la mañana llegaron los contratistas que Kamus había contactado y empezaron las labores de limpieza y reparación. Él también se presentó. Lucía ojeroso y cansado igual que ella, que tampoco había dormido mucho. El único que se veía radiante era Pedro. Probablemente sus problemas neurológicos no le permitían comprender del todo lo que ocurría, la realidad le era esquiva, pensaba Kamus. A mediodía, mientras los hombres trabajaban a toda prisa para acabar durante la jornada (había llegado hasta un camión con muebles nuevos, cortesía de la fortuna de Kamus), ellos conversaban en el patio, luego de comer. Pedro estaba junto a la pileta de los peces, jugando con una consola portátil, sin consciencia de lo que ocurría a su alrededor. Su edad mental debía ser la de un niño. —¡Sí! —celebró e
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XXXVIII El valor de la paciencia
En las relaciones humanas, amar implicaba no sólo gozar de los momentos felices con la persona amada, sino también acompañarla en los momentos en que la felicidad escaseaba. Así se mantenía el equilibrio. Alfonso Kamus no tenía la certeza de amar a Daniela, pero le gustaba. Le gustaba como nunca le había gustado una mujer en su vida, le gustaba tanto como armar circuitos y construir cosas a partir de sus componentes fundamentales, así que cuando ella lo llamó para preguntarle si podía ir a verlo, no pudo decirle que no, pese a saber que vendría cargando con todos sus recientes problemas a cuesta. Si gozaba tanto con sus brillantes colores, tendría que aceptar también sus grises sombras.El problema era que no tenía mucha experiencia en eso de ser sensible y cariñoso, mucho menos en dar apoyo o consuelo porque estaba acostumbrado a racionalizarlo todo. Y sus romances de vacaciones tampoco le servían de aprendizaje porque eran tan breves que, en cuanto dejaban de serle placenteros, l
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XXXIX La familia es lo primero
Las impropias risas de Martín llenaban la oficina de Kamus por la mañana. Habían comenzado la jornada con un café que les había preparado Darío, Daniela tenía el día libre.—¡Ay por Dios! —Martín se apretaba el vientre. Hasta le faltaba el aire—. Mi parte favorita de la historia es cuando llega el ex novio loco usando un smoking jajajajaja. ¡Vaya lugar al que te fuiste a meter! Tu vida se ha vuelto muy emocionante. —Nunca me había pasado algo así. Y espera a que te cuente sobre el tipo que escupía fuego.Las risas de Martín se multiplicaron. Kamus necesitaba un desahogo y la opinión de alguien que mantuviera distancia emocional con el asunto, para mantener la perspectiva y ser lo más objetivo posible al respecto.Él siguió con su relato del fin de semana. Su amigo dejó de reír cuando llegó a la parte del intento de suicidio de Pedro, poco después de la discusión que él y Daniela habían tenido. El muchacho se había cortado las venas y acabó internado en el hospital.—Imagino la angusti
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