El frío viento besó los hombros desnudos de Úrsula. Se congelaría a la espera de un taxi, pero eso sería lo más prudente en su actual estado etílico.—No, señor Kamus, muchas gracias, pero ya cojo un taxi.—Insisto, me queda de paso.—¿Y cómo sabe usted donde vivo?—Está en tu contrato.—Cierto, pero me cambié de casa hace poco.—Mejor todavía, así aprovecho de tomar nota de la nueva dirección y actualizarla. Sólo quiero asegurarme de que llegues a salvo, ya que tu amigo te dejó aquí.—Tuvo una emergencia que resolver.El auto de Kamus llegó y ella acabó subiendo. Debía conocer de nuevo a su jefe, ya que todo lo que pensaba de él había estado equivocado, así que intentaría aprovechar la oportunidad. —¿Pongo algo de música? —preguntó él. —Sí, algo que le guste a usted.Puso música instrumental, sinfónica. Se quedaría dormida en el asiento. Él lo notó cuando empezó a cabecear.—¿Tienes algún pasatiempo, Daniela?—Danza. Iba a clases los sábados y empezaré a retomarlo. ¿Usted baila?—N
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