Evand no estaba en la cancha. Me extrañé porque siempre soy yo la tardona, en todos los partidos, je je je. Empecé a ejercitarme con Gina y con Maggi, lanzando pelotazos y el público empezó a impacientarse, pifiar, reclamar, dar zapatazos y pedir a la campeona. Por los parlantes, los organizadores también reclamaron para que Ruth entre a la cancha. Por un momento pensé que, en efecto, ella renunciaba a jugar la final. Sin embargo apareció ella, al rato, soberbia, altiva, majestuosa, igual a la reina de Egipto, señorial como si estuviera montada en un carruaje llevado por una docena de caballos, seguida por su séquito. Meneaba la raqueta y no dejaba de mirarme despectiva, minimizándome, empequeñeciéndome. El público estalló en una cerrada ovación, incluso puesto de pie, reconociéndola como la mejor del mundo. -Solo falta que le quieten la capa-, le dije a Ashley mientras ella me acomodaba la visera. -No pienses en tu rival, ataca siempre, no le des respiro-, me dijo. Eva
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