El Cairo era una fantasía hecha verdad. No pensaba que fuera tan divino y mágico. Ver la ciudad era igual a una página arrancada de las mil y una de las noches. Boquiabierta contemplaba las calles, el mercado y el hotel que resultaba un verdadero oasis en medio del desierto. Y todo me fascinaba. Las luces, los colores, la gente, las voces, las esquinas, las mezquitas, el calor, absolutamente todo. -Cómo quisiera que estuvieras aquí conmigo-, le dije por video conferencia a Marcial, muy romántica y encandilada, enredando mis dedos en mis pelos, juntando los dientes, haciendo brillar mis ojos, y el corazón tamborileando festivo en mi busto. -La verdad te extraño mucho, bebita-, sonrió él, también haciendo destellar sus pupilas. Ay, cómo me encantaba que él me diga bebita., frotaba mis rodillas excitada, mordía mis labios una y otra vez y ansiaba sus manos acariciando mis muslos. El primer partido fue contra una japonesa que era muy rapidita y movediza, con un juego alegre y con
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