La habitación se sumía en la penumbra, las sombras danzaban en las paredes a medida que el día dejaba paso a la noche. Mi mente estaba inmersa en un mar de pensamientos tumultuosos, las opciones ante mí parecían laberínticas y desconcertantes. El dilema entre Adam y Don Salvatore persistía, ambos caminos trazando un destino incierto.
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