Antes de que Chris se fuera, solíamos pasar todos los días juntos, él, Rachel y yo, y aunque muchos de esos días eran cortos, nos conformábamos con eso. Nuestros momentos con Christopher nunca han sido aburridos; él siempre nos hace reír con sus bromas y siempre tiene un plan, por eso cuando se fue, las dos nos quedamos muy tristes y sentíamos que nos faltaba el combustible que le daba alegría a nuestros días. Mientras mi mejor amiga llora pegada a su hombro, yo apenas puedo contener las lágrimas que luchan por salir a toda prisa de mis ojos. —Fue solamente una semana y media, chicas —dice el pelinegro mientras acaricia nuestras espaldas y lucha por no morir asfixiado por nuestro abrazo. —Cállate, para mí ha sido una eternidad —lo interrumpe Rachel sin despegarse de él ni un centímetro, de hecho, parece que lo aprieta más fuerte ahora. —¿Por qué actúan como si me hubiera muerto y ahora esté resucitado? —Porque creíamos que no te veríamos en meses —añado, sin soltarlo. —Y te extra
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