23. Tú nunca vas a creerme
— ¡Espera, por favor! — rogó Ana Paula, siguiendo a su furioso esposo. Lo tomó del brazo — ¡Lo que digo es cierto! ¡Tienes que creerme! Santos Torrealba se giró con los ojos enrojecidos. No sabía cómo diablos explicar lo que estaba pasando por su mente en ese momento. — ¿Cómo esperas que te crea, eh? Te doy un voto de confianza… ¡Uno, carajo, y parece que solo soy tu burla, tu idiota! — gruñó con decepción y dolor, pues una grande parte de él había estado rogando para que su inocencia en todo aquello fuese una posibilidad, no importaba cuan pequeña fuera. Desde lo más profundo de su ser era lo que había deseado. Ana Paula negó, llorosa. Ya no encontraba solución. — No sé por qué lo hizo, pero te juro que te estoy diciendo la verdad, ella mintió, ella… Él rio sin gracia, interrumpiéndola. — Todos mienten menos tú, ¿verdad? — No, yo… — Sube al auto de una buena vez y larguémonos de aquí — espetó, serio, mirando a su alrededor con recelo —… este lugar solo me recuerda lo que tú pr
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