16. Culpable y preocupado
Subió rápido las escaleras. Entró después de tocar. Ella estaba acostada, de espaldas a él, así que no podía ver su rostro. — Me dijeron que no has querido comer nada, y si esto es un capricho tuyo, te advierto que no solo te estás perjudicando a ti, sino a tu propio hijo. ¿Tan inconsciente eres así? — le dijo en tono críptico, pero, para su sorpresa, ella no replicó, ni siquiera se inmutó — ¿Piensas ignorarme? Al ver que ella seguía sin responder, el CEO se acercó a su cama y sin pensarlo la hizo girarse a él de inmediato. Sus ojos enseguida se abrieron. Ella no solo temblaba de cuerpo entero y tenía la frente perlada en sudor, sino que tenía el rostro de un pálido enfermo. — ¡Ana Paula! — se sentó a la orilla de la cama y tocó sus hombros, cuello y mejilla, ansioso, solo para comprobar que su joven esposa estaba prendida en fiebre. Su corazón comenzó a latir de preocupación — ¡Eh, Ana Paula! Palmeó sus mejillas con demasiada delicadeza, pero nada, aunque estaba consciente; pues
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