En la oscuridad de la noche, Mario regresó a la habitación. La habitación estaba tenue y Ana respiraba suavemente, aparentemente dormida. Mario se quitó la ropa y se acostó detrás de ella, acercando su rostro al cálido cuello de Ana. Sin decir una palabra, empezó a acariciar su cuerpo delicadamente, con la clara intención de despertarla.Después de un rato, la respiración de Ana se hizo más rápida. Mario, sabiendo que estaba despierta, susurró suavemente al oído de Ana: —Dime que todavía me amas.Ana abrió los ojos, pero no pudo responder a Mario. Podía ser su esposa, acompañarlo en eventos sociales, compartir su cama y cuidar de él, pero no podía decirle falsamente que aún lo amaba.Había un acuerdo entre ellos, ¿no? El amor de Ana hacia él no era parte del trato.Tras un prolongado silencio, Mario, visiblemente molesto, volteó a Ana y la presionó bajo él. La miró fijamente a la luz de la luna. —¿Qué pasa, Mario? — preguntó Ana, mirándolo a los ojos, su voz suave y sensual.An
Leer más