―Yo, no ―niego con la cabeza―. Son solo desperdicios. Aprieto los dedos alrededor del empaque. No quiero tener que decirle lo que sucedió. Me avergüenza que lo sepa. Mi amiga se abre paso a través de la pequeña rendija que dejé abierta. ―Robert, cariño, ¿puedes dejarnos solas, por favor? Comienzo a temblar de pies a cabeza. ―Espero que te encuentres bien, Rachel. Expresa, Robert, desde el lugar en el que se encuentra parado. ―Gra… Gracias. Le respondo, nerviosa. Luego vuelca su atención en mi amiga. ―Dispón de todo el tiempo que necesites, cariño, iré a hacer algunas llamadas, mientras hablas con tu amiga ―la besa en la boca y se le queda mirando como si fuera su mundo entero―. Fue un placer saludarte, Rachel ―noto la extraña manera en que me mira una vez que sus ojos se desvían hacia mi rostro. Su barbilla se tensa y una sombra oscura y peligrosa oscurece sus pupilas, haciéndolo ver más peligroso de lo que ya parece. Me veo obligada a bajar la vista hacia el piso, porque no pu
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