Nos leemos más tarde con un nuevo capítulo.
Tengo la misma opinión que Robert. Ese tipo esconde algo muy turbio y, por supuesto, que voy a descubrirlo. Cinco minutos después llegamos a la zona en la que está ubicado el templo religioso. Por supuesto, una ubicación muy cercana a la casa de Rachel. Como anillo al dedo. Mi objetivo se dirige hacia interior de la edificación, ignorante de que lo sigo de cerca. Aprovecho la oportunidad y salgo del auto. Debo averiguar quién en realidad es este hombre, así que es hora de hacerle una visita. Jacob hace lo mismo, rodea el vehículo y se detiene a mi lado. ―Espera aquí ―le indico a mi chofer, que aguarda paciente por instrucciones. Me pongo la chaqueta, saco los lentes de sol del bolsillo interno y me los coloco―. Volveré en algunos minutos. Ese cura y yo tendremos una larga y entretenida charla. ―Por supuesto, señor. Estaré atento en el caso de que me necesite. Fijo la mirada en la fachada de influencia bizantina, sobre todo, en la cúpula semiesférica que cubre la parte central del e
―¡Voy a matar a ese desgraciado! ―vocifero enfurecida, echando chispas por los ojos y dispuesta a lo que sea para vengar a mi amiga, por lo que ese degenerado le hizo―. Pero esto no se va a quedar así, nooo que vaaa ―ignorando las súplicas de Rachel, atravieso la casa y salgo por la puerta principal―. Voy a enfrentar a ese miserable y a ponerlo en evidencia delante de todos. No me doy cuenta, sino hasta que un par de fuertes brazos me rodean, que Rob, ha dejado el auto y ha salido a mi encuentro. ―¿Qué es lo que está mal, cariño? Lo miro a los ojos y, ese simple acto, hace que la represa se rompa y comience a temblar de la ira. ―Ese… ese… ¡Ese cochino depravado! Maldigo, afligida. Oculto mi cara en el hueco de su cuello y rodeo su cuerpo con mis brazos. No puedo soportar que ese ser maligno y despreciable esté intentando aprovecharse de una mujer tan inocente e indefensa como Rachel. Además del hecho de que esté usando la religión como un instrumento de beneficio personal para lle
Es la primera vez en mucho tiempo que duermo como un corderito. Quizás se deba a que, al llegar a casa, me di un buen pajazo en nombre de la señorita religiosa. Por supuesto, no es que haya sido suficiente, pero como un abrebocas no está nada mal. Imaginarla de piernas abiertitas y con sus tetas embadurnadas de mi semen, me catapultó casi de inmediato a un sorprendente y descomunal orgasmo. Suelto un bostezo y estiro mi cuerpo desnudo. Ladeo mi cabeza y observo la hora en el reloj que está sobre la mesa de noche. Son cerca de las cinco de la tarde, hoy no es necesario que vaya al club, pero la verdad es que me aburro quedándome en esta casa sin hacer nada. Con suficiente tiempo por delante, decido quedarme un rato más metido en la cama. Me abrazo a la almohada y apoyo mi cabeza sobre el suave material de plumón de ganso. Con una hora más de sueño podré conseguir que mis músculos adoloridos logren relajarse. Ayer tuve una sesión de ejercicios muy exigente. Estaba de mal humor, obstina
Una hora después, la fiebre comienza a mermar. Me siento mucho mejor. Sin embargo, estoy muy preocupada por la reacción de Victoria. No es que no esté de acuerdo con ella, sino que, un enfrentamiento con el reverendo Graham la pondría en una peor situación con esta comunidad. Él se ha encargado de que todos sus habitantes la consideren como una pecadora que no merece el perdón de Dios ni de sus feligreses. ¿Acaso no se dan cuenta todos de lo que él pretende? No quiero que se meta en problemas por mi causa. La conozco, es impulsiva y decidida. Sé muy bien que cuando se le mete algo en la cabeza no hay quien la convenza de lo contrario. Suelto un jadeo y doy un respingo cuando un par de toques en la puerta me toma por sorpresa. Me doy un vistazo rápido en el espejo de tocador para asegurarme que ninguna de las marcas que hay en mi cuerpo quedó al descubierto. Me he puesto un vestido de mangas largas y cuello alto para ocultarlas. Tendré que usar este tipo de vestimenta hasta que desap
Sé que debería salir corriendo y alejarme de este lugar para siempre, pero mis piernas no me responden. He quedado como piedra y con los ojos clavados en aquella asquerosa e inmunda escena. ¿Cómo pudo engañarnos de esta manera? ―Soy el instrumento de Dios y él está hablando a través de mí, Michael ―pronuncia con la voz ronca y cargada de deseo―. Está diciéndote que esta es la única manera en la que puedes ser perdonado y absuelto por tus faltas ―susurra al incrementar la velocidad de sus embestidas―, de que vuelvas a encaminarte por el sendero del Señor, nuestro padre. A través de la abertura de sus piernas, puedo ver las del chico. Su cuerpo oculto tras la figura musculosa y fuerte de la del reverendo Graham. Su perpetrador, el ser más miserable y sucio de este planeta. De repente se aleja de él, lo arrastra a empujones y lo sube sobre la mesa de madera de seis puestos que está ubicada en el centro de la habitación. Lo acuesta de espaldas sobre esta y, acto seguido, encarama sus pie
Noto la mirada extrañada de mi chofer a través del retrovisor, una vez que le indico la ruta a seguir. No es hasta ese instante en que me doy cuenta de lo que estoy haciendo. ¡Carajos! ¿Llevarla a la Campiña? Dudo. Para ser sincero, fue una respuesta natural y espontánea. Pero, ¿cuándo antes estuve motivado a invitar a mujer alguna a mi espacio privado y sagrado? ¡Joder, joder, joder! ¡Nunca lo hice! «¿Es en serio, Lud? ¿Tanto te está afectando la mojigata?» La Campiña ha sido por muchos años un refugio sagrado al que recurro en mis tiempos de crisis. Es mi escape seguro para los momentos más turbulentos de mi vida. La última vez que visité aquel lugar fue cuando mamá murió. Fueron días difíciles y complicados para mí. Los más duros y dolorosos de mi vida. ¿Qué es lo que estoy haciendo? Inhalo profundo. Elevo la mirada y busco a mi chofer en el retrovisor para cambiar mi decisión y pedirle que nos lleve a la casa de Rachel, no obstante, un débil murmullo me obliga a desviar la mirad
Suelto un bostezo y abro los ojos con pereza. Sin embargo, jadeo con nerviosismo y comienzo a luchar al darme cuenta de que alguien me tiene atrapada entre sus brazos. ―¡Suéltame! ―la sujeción a mi alrededor se incrementa, lo que me pone nerviosa―. ¡No me toques! Sin embargo, el agradable y familiar perfume que se cuela a través de mis fosas nasales, me hace sentir, al mismo tiempo, confusa y calmada. ¿Lud? ―Tranquila, Rachel, estás a salvo ―susurra al pie de mi oreja―, ese hombre ya no podrá hacerte daño ―cuando soy consciente de lo que está pasando, suelto un jadeo y trato de zafarme de su abrazo. ¿Por qué estoy sentada a horcajadas sobre él?―. No me temas, Rachel, no voy a obligarte a hacer nada que no quieras. Trago grueso. A pesar de que todo mi cuerpo tiembla de miedo y de que mi cerebro envía señales de peligro para que me aleje cuanto antes de él, hay algo que me impide hacerlo. ¿Acaso he sido poseída por él? ¿Habrá lanzado alguna clase de hechizo poderoso sobre mí? Elevo l
Con piernas temblorosas y la boca seca salgo del auto repitiendo dentro de mi cabeza, como si fuera un mantra, sus últimas palabras. “Tarde o temprano serás mía” ―¿Qué es lo que se está creyendo? ―converso conmigo misma, mientras doy pisadas fuertes sobre la acera―. No soy una cualquiera ―niego con la cabeza―. Quizás esté acostumbrado a que todas las mujeres se rindan a sus pies y le ofrezcan todo en bandeja de plata, pero yo no soy una de ellas ―comento con enfado―. Podrá tener mucho dinero y ser un hombre muy atractivo, pero no voy a convertirme en su juguete de entretenimiento. Antes de llegar a la casa respiro profundo para apaciguar mi mal humor. La noche está absorbiendo con su manto oscuro los últimos vestigios de los rayos del sol. La luz del pórtico está encendida y esta solo se apaga cuando el último integrante de la familia llega a casa. Mi corazón sigue latiendo, acelerado, pero no sé si es por lo descarado que es ese hombre o porque estar cerca de él me afecta más de la