Las sombras se alzaban entre las altas torres de piedra del castillo de Drakmoria, sus secretos insoldables ocultos a los ojos curiosos. En el trono de obsidiana, el Rey Thorian se erguía con su figura imponente a penas visible en la penumbra.La sala del trono estaba silenciosa, solo interrumpida por el suave crujir de las antorchas. Thorian miraba fijamente un mapa desplegado ante él, sus ojos brillaban con una luz misteriosa mientras trazaba con los dedos los contornos del continente de Eldoriam. Había alcanzado un punto crucial en su reinado, una encrucijada de poder y ambición.—Mi señor, el mensajero ha regresado. —anunció una voz desde las sombras.Thorian asintió con la cabeza, sin apartar la mirada del mapa. El mensajero avanzó con pasos cautelosos, sus ojos nerviosos observando las sombras que se retorcían en la sala.—Habla. —ordenó Thorian sin mirarlo.El mensajero tragó saliva antes de dar su informe.—Majestad, el reino de Celestria se ha fortalecido en las ultimas seman
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