Las sombras se alzaban entre las altas torres de piedra del castillo de Drakmoria, sus secretos insoldables ocultos a los ojos curiosos. En el trono de obsidiana, el Rey Thorian se erguía con su figura imponente a penas visible en la penumbra.
La sala del trono estaba silenciosa, solo interrumpida por el suave crujir de las antorchas. Thorian miraba fijamente un mapa desplegado ante él, sus ojos brillaban con una luz misteriosa mientras trazaba con los dedos los contornos del continente de Eldoriam. Había alcanzado un punto crucial en su reinado, una encrucijada de poder y ambición.
—Mi señor, el mensajero ha regresado. —anunció una voz desde las sombras.
Thorian asintió con la cabeza, sin apartar la mirada del mapa. El mensajero avanzó con pasos cautelosos, sus ojos nerviosos observando las sombras que se retorcían en la sala.
—Habla. —ordenó Thorian sin mirarlo.
El mensajero tragó saliva antes de dar su informe.
—Majestad, el reino de Celestria se ha fortalecido en las ultimas semanas. Sus alianzas se extienden por todo el continente, y su influencia se ha hecho evidente en los renios circundantes. Parece que han descubierto una antigua y poderosa fuente de magia.
—Celestria se ha vuelto demasiado audaz. —murmuró Thorian. —Su magia no puede igualar la oscuridad que yo domino. Pero deben recordar quien reina en Drakmoria.
Su acompañante asintió apresuradamente y retrocedió, sus pasos rápidos y alejándose del trono en penumbras.
Thorian continuó observando el mapa, trazando planes y estrategias en su mente. La ambición ardía en su corazón, y estaba dispuesto a todo para asegurar la soberanía de Drakmoria. La oscuridad de su reinado no sería eclipsado por ningún otro reino.
La noche avanzaba, pero Thorian sabía que en la negrura se encontraba su mayor fortaleza. La sombra era su aliada, la magia oscura su compañera y estaba decidido a defender su trono contra cualquier desafío que se interpusiera en su camino. Haría lo necesario para que su gente prosperara.
El Rey Thorian de Drakmoria había trazado su destino en la oscuridad de la noche y nada, ni siquiera la brillante luz de Celestria, podría apagar su fuego de venganza.
Al contrario, en el reino de Celestria la madrugada estaba impregnada de misterio y magia, pero Seraphina a penas y podía conciliar el sueño. Había estado dando vueltas en la cama desde que se hizo la hora de dormir y aun así continuaba completamente despierta en medio del silencio mortal que hacía en el templo.
Desde que su madre le había revelado el secreto de su “Sueño Oscuro” decidió junto con su padre que lo más conveniente era que se uniera a las sacerdotisas del templo dedicado a la diosa Solara, quien representaba la pureza y justicia.
Aquella era la única manera en que su habilidad continuaría siendo un secreto para el resto de los miembros de la familia real. Al menos, eso fue lo que dijeron.
Las estrellas brillaban en el cielo nocturno, iluminando su habitación, llevándose los últimos vestigios de sueño. Seraphina agotada, decidió salir a los jardines del castillo, donde la tranquilidad de la oscuridad la envolvía.
Mientras caminaba entre las flores primaverales y los senderos iluminados por antorchas cuya llama ardía con calidez, una sensación extraña la invadió. Se detuvo frente a una fuente en el centro del jardín, donde el agua fluía con patrones intrincados.
Cerró los ojos e inhaló profundamente, buscando la conexión con su don. Fue entonces cuando ocurrió. Una luz brillo en lo alto del cielo y de repente comenzaron a caer cientos de flechas, no paso mucho tiempo antes de que el suelo se incendiara.
Fuego por todos lados y flamas ardiendo delante sus ojos.
Los gritos no se hicieron esperar, después de todo sucedió tan rápido que a penas tuvo tiempo de procesarlo. Uno de los guardias del templo vino por ella, tomándola de un brazo. Seraphina lo reconoció, era el que le asignaron sus padres desde que puso un pie en aquel lugar, hace una década exactamente.
—Venga conmigo, su alteza. —pidió luciendo algo nervioso.
—¿Qué sucede, sir Gareth? —preguntó asustada.
—Estamos bajo ataque. —respondió ayudándola a ponerse de pie. —Debemos ir al castillo ahora mismo, aquí no es seguro. —señaló seriamente.
—¿Qué pasara con el resto de las hermanas? —interrogó alzando la falda de su vestido para poder caminar correctamente. El fuego continuaba expandiéndose.
Aquellas mujeres habían sido sus compañeras desde que era una niña. No, podía permitir que nada les sucediera. Se escuchaban los gritos a lo lejos, ellos estaban yendo por las escaleras, bajando hacía los pasadizos.
El lugar olía a humedad y las paredes goteaban cada tanto. Seraphina quería hablar, preguntar nuevamente qué estaba pasado. ¿Cómo demonios habían acabado en esta situación tan horrorosa?
¿Quién los estaba atacando y por qué precisamente el templo?
Tendría más sentido que el ataque fuese directamente a la ciudad capital o incluso en el palacio de cristal donde residían sus padres.
—Por favor Alteza, dese prisa. Debemos salir antes de que esto se complique aún más. —apremió Sir Gareth halándola del brazo.
Continuaron caminando por el túnel, el cual se le hacía cada vez más extenso a Seraphina. Después de lo que parecían minutos interminables, por fin lograron salir de aquellas paredes asfixiantes. Seraphina levantó la vista, sentía la necesidad de observar el que había sido su hogar durante diez años completos.
Un grito ahogado salió de sus labios al presenciar la infernal escena. El templo estaba ardiendo como una hoguera repleta de leña. Las llamas ardían de un color rojizo que le encandilaba la mirada y pedazos de madera caían del techo.
Su hogar, sus hermanas… Todo se reducía a nada más que hollín.
El olor a cenizas llenó sus fosas nasales, causándole nauseas repentinas y dolor de cabeza. Se había mareado, pero le era imposible apartar la vista de esa imagen.
—¡Alteza! —El grito de Sir Gareth la trajo de nuevo a la realidad. —Tenemos que continuar, sus padres estarán preocupados.
Seraphina asintió tratando de recomponerse y ambos siguieron su camino a través del bosque. Según Sir Gareth, era importante que evitaran las salidas principales. No mucha gente sabía que la Princesa de Celestria vivía con esas sacerdotisas y el resto debía seguir manteniéndose.
—Por aquí, algunos caballeros nos están esperando para escoltarla hasta el Castillo de Cristal. —explicó guiándola por medio de los cientos de árboles.
Quizás fuese el miedo de la joven, pero sentía que el ambiente se estaba volviendo calurosamente pesado. El bosque se sentía igual de asfixiante que el túnel.
—Sir Gareth, estamos aquí. —se anunció uno de los caballeros en medio de la maleza. —Debemos marcharnos ya.
Seraphina no había reparado en algo antes porque a penas y lograba ver algo con tanta oscuridad, pero lo que pensaba era maleza, era en realidad la parte trasera de un carruaje de la realeza. Lo reconocía porque lo usaba cuando requerían su presencia en el palacio, por lo tanto, no tenía escudos o algo que pudiese delatarla para evitar problemas.
—Venga por aquí, Alteza. —Uno de los guardias le ofreció una mano para ayudarla a subir al carruaje, ella aceptó y posó un pie en la escalera de la carroza.
Entró con cuidado y la puerta se cerró inmediatamente detrás de ella. Los caballeros tenían completamente prohibido y bajo ninguna circunstancia podían acompañarla en un espacio tan reducido. En realidad, no podía estar cerca de ningún hombre, a menos que se tratara de su padre, primos o hermano.
Y de este último prefería estar lo más alejada posible.
—Vámonos, por favor. —Su voz era como un susurro y sonaba bastante áspera debido a la cantidad de humo que había inhalado.
Ya estaban en camino, con el sonido de los caballos galopando, cuando lo vio por la ventana. Un enorme dragón negro volaba a lo lejos, expulsando una línea de fuego por su boca, quemando todo a su paso. En medio de eso se escuchaban los gritos de las personas siendo carbonizadas por las llamas.
—No, no, no, no. —comenzó a negar golpeando la ventana del carruaje. Sentía como las lágrimas caían por su rostro. —¡Regresen ahora mismo, hay que ayudarlos! —gritó presa del depresivo llanto. No podía permitir tal masacre.
—Cálmese Alteza, no podemos volver por nadie. —dijo Sir Gareth por la ventanilla. Seraphina ocultó el rostro entre sus manos, acaba de ver una locura.
Lloró durante todo el camino hacía el palacio. Los rayos del sol iluminaban el firmamento, ya amanecía para cuando llegaron y a Seraphina ya no le quedaban más lagrimas para derramar. La visión del pulcro castillo familiar parecía el mismísimo paraíso comparado con la atrocidad que acaba de vivir.
—¡Princesa Seraphina! —La joven alzó la cabeza al escuchar que la llamaban. —Que bueno que ya está aquí. —Casi se echa a llorar nuevamente al ver a su nana en la ventana, a través de esta una mano callosa le acariciaba el plateado cabello con un cariño casi maternal. —Estaba muy preocupada por ti. —admitió tristemente.
—Nana. —pronunció lentamente con voz cansada. Le dolía la garganta.
—Déjeme ayudarla, alteza. Sus padres ya esperan por usted. —Seraphina asintió y abrió la puerta del carruaje para bajarse. —Con cuidado. —dijo la mujer al ver que casi caía de rodillas. “¿Por qué no están esperándome los reyes aquí?”Aquel pensamiento le provoco unas fuertes nauseas.Las piernas de Seraphina habían cedido momentáneamente debido al tiempo que paso sentada en la misma posición dentro de la carroza. Por suerte su nana le permitió usarla como apoyo mientras se recuperaba correctamente.—Muchas gracias por traerla sana y salva, Sir Gareth. —agradeció a su caballero, que solo asintió sin más, despidiéndose con una ligera reverencia.—Disculpen, esto es bastante encantador, pero creo que…—Seraphina no pudo terminar la oración, pues de repente todo a su alrededor se volvió oscuro.—Paso por mucho durante la noche, majestad. —Alguien estaba hablando con su madre. —Es horrible lo que esos demonios le hicieron al templo de la diosa Solara. —exclamó con rabia. —Debemos dejar desc
—Ve a preparar tus cosas, en unas pocas horas almorzaremos con el emisario de Drakmoria para acordar los términos de tu traslado. —informó el rey. Seraphina asintió con renovado interés.—¿Puedo estar presente? —preguntó. No podía cambiar su destino, pero al menos estaría allí cuando otros lo dictaran en su lugar.Se negaba a permitir que la mantuviesen en la oscuridad de la ignorancia.—Por supuesto. —concedió su madre de inmediato. —Ahora márchate, la doctora dio instrucciones precisas para tu reposo. —le recordó moviendo la mano en un gesto despedida.La princesa hizo una última reverencia para luego salir de la sala. Ni siquiera reparo en sus damas, solo camino en línea recta sin mirar hacía ningún lado. Lo único que deseaba era llegar cuanto antes a su alcoba.Iba en automático y para se dio cuenta ya había subido las escaleras y abierto la puerta de su cuarto. Las manos le temblaban y el corazón latía desbocado.—Váyanse todas. —les ordenó a las empleadas que allí estaban limpia
—Como informé, el Rey Thorian está dispuesto a dar marcha atrás con su declaración de guerra y a cambio solo exige que se le envíe a la princesa Seraphina como concubina. —expresó elocuentemente.La mencionada apretó los dientes para contener la respuesta sarcástica. Necesitaba escuchar atentamente la conversación.—Obviamente tendría que mudarse al palacio de Eclipsa. —explicó. —Su alteza no sufrirá ningún daño y se le continuará brindando la calidad de vida que corresponde a su estatus. También contara con seguridad personal.“O carceleros personales.” Pensó Seraphina, no engañaban a nadie con eso.—Los preparativos para recibir a la princesa ya están listos, así que podemos marcharnos cuanto antes. —prosiguió el emisario. —Se le asigno una habitación exclusivamente para ella y no tendrá que compartir espacio con el resto. —afirmó.Seraphina entendía que se refería a las demás de las concubinas y casi suspira de tranquila, al menos tenía un problema menos encima de sus hombros. Aunq
El viaje fue estresante y tumultuoso, lo peor de todo fue el traslado por agua. Seraphina descubrió que se mareaba demasiado en un bote, ni siquiera podía estar más de unos minutos en la cubierta sin que las náuseas la golpearan, así que paso la mayoría del tiempo encerrada en su lujoso camarote solamente para ella.Por suerte le habían permitido traer algunas damas de compañía que se encargaban de mantenerla estable, lamentablemente ninguna era su nana. Agradecía a la diosa que pronto llegarían a las costas de Drakmoria, extrañaba dormir correctamente después te tener que estar casi una semana en el mar.Observaba como caía una gota por la hendija de madera que había en su camarote, cuando tocaron la puerta. Seraphina se puso de pie inmediatamente.—Adelante. —anunció cubriéndose con un chal color marrón.¿Quién diría que las noches podían ser tan frías?Uno de los miembros de la tripulación entró y le hizo una reverencia.—Alteza estamos cerca de la costa, Lord Emrys me ha pedido qu
—Su Majestad es un hombre inteligente y justo. Pasó muchos años con el ejército de Drakmoria, así que eso lo convierte en un estratega formidable. —comenzó a decir. —No he visto a un soldado como él en medio del campo de batalla, pero también es un compañero absolutamente leal. —Sus palabras eran tangentes.—Parece que lo admira mucho. —Ninguno de esos adjetivos coincidían con la imagen del hombre que se había formado en su mente. —¿Qué hizo para merecer tal deferencia? —preguntó con un toque de burla deslizándose por su lengua.Se detuvieron repentinamente, Seraphina lo observó sorprendida hasta que cayó en cuenta de que frente a ellos estaba un carruaje esperándolos. Era una carroza magnifica color negro, decorada con cortinas borgoñas; el logo de la familia real resplandecía en el mismo tono plateado del cabello de la princesa.—¿Me permite ayudarla? —Seraphina aceptó la mano que Lord Emrys le ofrecía y subió al carruaje, él lo hizo detrás. —Respondiendo a tu pregunta, el rey Thori
Seraphina salió de la sala del trono después de dicha conversación. Lord Emrys la guio hasta la habitación que le habían asignado en el palacio, tenía muchas ganas de preguntar por el resto de las concubinas, pero decidió esperarse. En Celestria las concubinas estaban separadas del castillo de la familia real, eso evitaba problemas, ella jamás había visitado dicho lugar porque lo tenía prohibido.Su padre las mantenía en un palacio aparte con todas las comodidades, incluso Lucien fue criado en ese espacio debido a quién era su madre; en cambio Seraphina vivía en el palacio principal. No conocía ninguna concubina, exceptuando a Aveline que al tener un hijo con el rey y eso le concedió otros beneficios.Ya estaba acostada en un intento de relajarse, cuando tocaron la puerta de repente. Les concedió la entrada y una sirvienta le hizo una reverencia.—Saludos alteza. —expresó de manera amable. —He sido enviada por la reina Alicia, su majestad desea que la acompañe para la hora del té. —in
—Del mismo modo en que el rey está dispuesto a comenzarla si no me vuelvo su concubina. —expresó con una sonrisa cortesana. —Aquí solamente vale la palabra de los que ostenten el poder, no somos más que peones. —inquirió.—En definitiva, somos peones. —aceptó la reina. —Por ello tenemos el poder de adaptarnos y transformarnos, convertirnos en cualquier otra pieza. —exclamó.—Las piezas ya están en el tablero, ahora veamos cual será el siguiente movimiento. —dijo Seraphina. —No pienso permitir que mi hijo sea un bastardo sin derecho a nada. —dijo entre dientes. —Tampoco que me humillen como a cualquier.—En su reino tampoco tendría derecho a nada. —le recordó la reina Alicent.—Pero al menos no serpia intercambiada como ganado en una transacción.La tensión podría sentirse en el ambiente, era tan densa que podrían cortarla con un cuchillo. Hacía tanto silencio que por un momento temió que sus damas no estuviesen respirando, sabía lo que le esperaba con la reina, lo que no esperaba es q
Tocaron la puerta mientras aún se preparaba, así que Emily fue a abrirla dejando a Seraphina con la anterior tarea. Lo más probable es que sus padres recibieran la carta y en algunos días el contrato entre ambos reinos estuviese listo.A partir de ahora ya no sería conocida como La princesa Seraphina, sino como la concubina del rey Thorian. Despojada de su nombre, titulo y raíces… ¿Existiría algo más humillante que eso? Ni siquiera tenía la oportunidad de llorar adecuadamente.—Alteza. —Seraphina giró al escuchar a la voz desconocida que la llamaba. —Saludos a la Estrella de Celestria. —saludó haciendo una reverencia. Vaya al menos alguien conoce la etiqueta apropiada; pensó con cierto sarcasmo.—Puedes ponerte de pie. —ordenó dándose la vuelta para continuar mirándose en el espejo. —¿A qué debo esta visita tan sorpresiva? —interrogó.La joven tuvo la decencia de lucir un poco avergonzada, le agradó de inmediato y eso que no existían muchas personas de las que pudiese decir aquello.