—Ve a preparar tus cosas, en unas pocas horas almorzaremos con el emisario de Drakmoria para acordar los términos de tu traslado. —informó el rey. Seraphina asintió con renovado interés.
—¿Puedo estar presente? —preguntó. No podía cambiar su destino, pero al menos estaría allí cuando otros lo dictaran en su lugar.
Se negaba a permitir que la mantuviesen en la oscuridad de la ignorancia.
—Por supuesto. —concedió su madre de inmediato. —Ahora márchate, la doctora dio instrucciones precisas para tu reposo. —le recordó moviendo la mano en un gesto despedida.
La princesa hizo una última reverencia para luego salir de la sala. Ni siquiera reparo en sus damas, solo camino en línea recta sin mirar hacía ningún lado. Lo único que deseaba era llegar cuanto antes a su alcoba.
Iba en automático y para se dio cuenta ya había subido las escaleras y abierto la puerta de su cuarto. Las manos le temblaban y el corazón latía desbocado.
—Váyanse todas. —les ordenó a las empleadas que allí estaban limpiando. —¿Acaso no me oyeron? ¡Fuera! —gritó empujando un florero que se encontraba en su mesa de noche. El estruendo provoco que las mujeres pegaran un brinco. —Quiero estar sola. —siseo entre dientes.
Las sirvientas asintieron y se marcharon rápidamente. Seraphina estaba segura de que se habían asustado, pero en ese momento no tenía cabeza para pensar en ello. Cerró la puerta con un sonoro portazo y de dejó caer contra esta.
Se dio la vuelta deslizándose hasta el suelo. La espalda le dolía en aquella posición, pero no hizo ningún movimiento para acomodarse. Enterró la cabeza en sus rodillas, las lágrimas no tardaron en presentarse.
—¿Ahora qué se supone que voy a hacer? —preguntó en voz alta, llorando.
Estuvo así por un buen rato, sopesando el significado de volverse concubina.
“Thorian Drakmoria”. Nunca había visto al hombre y le asqueaba pensar en la sola idea de compartir el lecho con él, no como esposa, sino como una mujerzuela.
Además, estaba el hecho de que… Ya estaba cansado y ella no quería ser el tipo de mujer que le causa dolor a otra, lo había presenciado con sus progenitores. Veía el sufrimiento en los ojos de su madre cada vez que llegaba una concubina.
También debía considerar su dignidad como princesa y hermana del templo de la diosa Solara. Pero si no cumplía con este mandato, muchos ciudadanos de Celestria morían y su amada patria se convertiría en un vertedero de sangre.
¿Por qué demonios Thorian Drakmoria se interesó en ella?
“¿Y si le ofrecemos a alguien más?” Celestria tenía mujeres hermosas que podían ser enviadas en su lugar, incluso de la propia familia real, aunque de castas mucho menores. La belleza no estaba solamente reservada para las princesas.
¿Pero en qué cosas pensaba? La desesperación hacía que se planteara incoherencias, no sería tan cobarde como para entregarle este tipo de condena a otra joven. Su consciencia no la dejaría en paz si la condenaba a dicho infierno.
La ruleta giró de la vida giro marcándola a ella, así que ahora debía enfrentar el futuro con la poca valentía que poseía. Suspiró y se puso de pie, después llamó nuevamente a las sirvientas para que le prepararan un baño caliente.
Acudieron con premura, observándola cautelosamente, aún se encontraban intimidadas por su reacción anterior. Seraphina tenía la mente concentrada en otras cosas como para prestarles atención. En cuanto el agua estuvo lista se marcharon.
—Puedo encargarme sola del resto. —alegó sin más.
Una vez se quedó completamente sola, Seraphina comenzó a quitarse el vestido y deshizo la trenza para luego sumergirse en la tina. El agua tibia hizo estremecer su piel y un suspiro de placer se escapó de sus labios. Mantuvo el cuerpo en una postura con la cabeza hacía atrás y los ojos cerrados, durante un buen rato hasta que agua comenzó a enfriarse, obligándola a salir precipitadamente.
Tomó una tela para secarse el rostro y otra para envolverla alrededor de su cuerpo. No llamó a las muchachas para que la ayudaran a vestirse, en cambio pasó una túnica morada sencilla por sus brazos y se calzó las mismas zapatillas doradas. El cabello lo dejó suelto para que se secara al aire libre.
Por la ventana entraban los enormes rayos del sol, que ya estaba en lo más alto del cielo. Pronto empezarían a servir el almuerzo y debía darse prisa si quería tener la oportunidad de estar presente.
Estaba a punto de salir, pero entonces abrieron la puerta del otro lado. Seraphina quedó sorprendida al ver la figura de su madre.
—Majestad. —pronunció haciendo una reverencia. —Que sorpresiva visita, creía que nos encontraríamos en el comedor. —comentó confundida.
La reina le sonrió con ternura y extendió una mano hacía ella.
—Quería saber cómo seguías y de paso escoltarte al jardín central. —explicó al ver que Seraphina tomaba la mano que le ofrecía. —Decidimos que sería mejor comer allí, hace un día muy hermoso como para desperdiciarlo. —dijo riendo.
Seraphina asintió, aunque algo en las palabras melosas de su madre le ocasionaba comezón en la piel. Tuvo que contenerse para no rascarse el brazo. Ambas salieron de los aposentos de la princesa y empezaron a caminar.
—Entiendo que esto pueda ser difícil para ti. —Seraphina bufó, ese era el eufemismo del año. Su madre le apretó la mano. —Créeme que si de mí dependiera tampoco haría esto, pero antes que tu madre, soy reina. Mi lealtad es para con nuestra gente y la tuya debe ser igual. —exclamó mirándola con severidad.
—Esa es una bonita manera de obviar que me venden como una ramera. —cuestionó enojada. Su madre se detuvo en medio del pasillo repentinamente.
—Escúchame bien Seraphina Celestria. —inquirió con voz calmada. —Te conozco perfectamente, detrás de esa apariencia encantadora y sumisa, tienes una mente aguda y penetrante.
Seraphina tragó saliva, el ambiente se había vuelto pesado.
—Eso no es… —Se aclaró la garganta. —No es…
—¿Sabes cómo lo sé? —preguntó interrumpiéndola. —Porque fui yo quien te entreno. —susurró soltando y llevando las manos hacía su rostro. La princesa gimió al sentir las uñas clavándose en su piel. —Así que mientras estés allá has algo útil y averigua todo lo que puedas. —inquirió aumentando la presión en sus mejillas.
—Suéltame. —siseó apartando el rostro. —Sé perfectamente cual es mi deber para con mi reino. —aclaró sintiendo ardor en la cara. ¿Le dejaría algún rasguño?
—Me alegras que lo recuerdes. —respondió con una pérfida sonrisa.
Los ojos de la reina centelleaban mostrando un brillo transparente que a cualquiera le hubiese resultado encantador, pero que a ella le causaba terror.
—Eres hija de Celestria, no lo olvides. —Eso dio por terminada la charla.
Continuaron caminando junto ambos sequitos hacía el jardín, lo único que se escuchaba era las decenas de pisadas. Seraphina era consciente de la tensión palpable que se respiraba en el entorno, por ello agradeció cuando llegaron al comedor.
Los guardias abrieron inmediatamente la puerta, dentro ya las esperaban su padre y el que supuso sería el emisario, quien parecía disfrutar de una copa de vino. Seraphina contuvo una mueca.
—Saludos al sol de Celestria. —dijeron ella y la reina al unisonó.
—Bienvenidas, solo faltaban ustedes. —afirmó su padre de vuelta.
—Lamentamos la espera, majestad. —se disculpó su madre tomando asiento a la derecha del rey. —Pase buscando a Seraphina y nos entretuvimos charlando. —La princesa se sentó en la silla libre que quedaba del lado izquierdo.
—Muy bien, no hagamos esperar a nuestro invitado. —Le hizo una señal al mayordomo para que sirviera. —No dejaremos que pongan en duda la hospitalidad de Celestria. —señaló con cierta jocosidad en su voz.
Una vez la comida estuvo en sus platos, comenzaron a disfrutarla. Su padre solía decir que ninguna conversación importante debía llevarse a cabo con el estómago vacío. Eso explicaba claramente la sopa de semillas de sésamo que pusieron frente a ella.
—Estoy seguro de que jamás ha probado una delicia como esta. —le comentó su padre al emisario en un tono jactancioso.
—Probablemente esté en lo cierto, majestad. —dijo dándole la razón.
Seraphina observó detalladamente la expresión del invitado. Conocía perfectamente aquel gesto que esbozaba, porque era el mismo que ella hacía diariamente: La sonrisa de cortesano que desea esconder su verdadera opinión.
La comida continúo en silencio, aunque Seraphina se sentía asfixiada, como si estuviese en medio de un campo de batalla. ¿Cuándo empezarían a sacar las armas?
Los sirvientes se llevaron los platos vacíos y dejaron otros que contenían pato asado y verduras. Rogaba para que al menos esperaran hasta el postre para discutir, no tuvo suerte.
—Creo que ya fue suficiente comida para mí, explotare si pruebo algo más. —comentó el emisario. A lo mejor pensó que esas palabras sonarían graciosas, pero solo aumentaron la incomodidad. Tosió una vez. —Ocupémonos de lo que nos interesa. —apremió poniéndose de pie.
Seraphina notó por el rabillo del ojo que su madre tensaba la mandíbula. Le alegraba saber que no era la única que odiaba esa estúpida idea. Al menos algo de apoyo le serviría.
—Como informé, el Rey Thorian está dispuesto a dar marcha atrás con su declaración de guerra y a cambio solo exige que se le envíe a la princesa Seraphina como concubina. —expresó elocuentemente.La mencionada apretó los dientes para contener la respuesta sarcástica. Necesitaba escuchar atentamente la conversación.—Obviamente tendría que mudarse al palacio de Eclipsa. —explicó. —Su alteza no sufrirá ningún daño y se le continuará brindando la calidad de vida que corresponde a su estatus. También contara con seguridad personal.“O carceleros personales.” Pensó Seraphina, no engañaban a nadie con eso.—Los preparativos para recibir a la princesa ya están listos, así que podemos marcharnos cuanto antes. —prosiguió el emisario. —Se le asigno una habitación exclusivamente para ella y no tendrá que compartir espacio con el resto. —afirmó.Seraphina entendía que se refería a las demás de las concubinas y casi suspira de tranquila, al menos tenía un problema menos encima de sus hombros. Aunq
El viaje fue estresante y tumultuoso, lo peor de todo fue el traslado por agua. Seraphina descubrió que se mareaba demasiado en un bote, ni siquiera podía estar más de unos minutos en la cubierta sin que las náuseas la golpearan, así que paso la mayoría del tiempo encerrada en su lujoso camarote solamente para ella.Por suerte le habían permitido traer algunas damas de compañía que se encargaban de mantenerla estable, lamentablemente ninguna era su nana. Agradecía a la diosa que pronto llegarían a las costas de Drakmoria, extrañaba dormir correctamente después te tener que estar casi una semana en el mar.Observaba como caía una gota por la hendija de madera que había en su camarote, cuando tocaron la puerta. Seraphina se puso de pie inmediatamente.—Adelante. —anunció cubriéndose con un chal color marrón.¿Quién diría que las noches podían ser tan frías?Uno de los miembros de la tripulación entró y le hizo una reverencia.—Alteza estamos cerca de la costa, Lord Emrys me ha pedido qu
—Su Majestad es un hombre inteligente y justo. Pasó muchos años con el ejército de Drakmoria, así que eso lo convierte en un estratega formidable. —comenzó a decir. —No he visto a un soldado como él en medio del campo de batalla, pero también es un compañero absolutamente leal. —Sus palabras eran tangentes.—Parece que lo admira mucho. —Ninguno de esos adjetivos coincidían con la imagen del hombre que se había formado en su mente. —¿Qué hizo para merecer tal deferencia? —preguntó con un toque de burla deslizándose por su lengua.Se detuvieron repentinamente, Seraphina lo observó sorprendida hasta que cayó en cuenta de que frente a ellos estaba un carruaje esperándolos. Era una carroza magnifica color negro, decorada con cortinas borgoñas; el logo de la familia real resplandecía en el mismo tono plateado del cabello de la princesa.—¿Me permite ayudarla? —Seraphina aceptó la mano que Lord Emrys le ofrecía y subió al carruaje, él lo hizo detrás. —Respondiendo a tu pregunta, el rey Thori
Seraphina salió de la sala del trono después de dicha conversación. Lord Emrys la guio hasta la habitación que le habían asignado en el palacio, tenía muchas ganas de preguntar por el resto de las concubinas, pero decidió esperarse. En Celestria las concubinas estaban separadas del castillo de la familia real, eso evitaba problemas, ella jamás había visitado dicho lugar porque lo tenía prohibido.Su padre las mantenía en un palacio aparte con todas las comodidades, incluso Lucien fue criado en ese espacio debido a quién era su madre; en cambio Seraphina vivía en el palacio principal. No conocía ninguna concubina, exceptuando a Aveline que al tener un hijo con el rey y eso le concedió otros beneficios.Ya estaba acostada en un intento de relajarse, cuando tocaron la puerta de repente. Les concedió la entrada y una sirvienta le hizo una reverencia.—Saludos alteza. —expresó de manera amable. —He sido enviada por la reina Alicia, su majestad desea que la acompañe para la hora del té. —in
—Del mismo modo en que el rey está dispuesto a comenzarla si no me vuelvo su concubina. —expresó con una sonrisa cortesana. —Aquí solamente vale la palabra de los que ostenten el poder, no somos más que peones. —inquirió.—En definitiva, somos peones. —aceptó la reina. —Por ello tenemos el poder de adaptarnos y transformarnos, convertirnos en cualquier otra pieza. —exclamó.—Las piezas ya están en el tablero, ahora veamos cual será el siguiente movimiento. —dijo Seraphina. —No pienso permitir que mi hijo sea un bastardo sin derecho a nada. —dijo entre dientes. —Tampoco que me humillen como a cualquier.—En su reino tampoco tendría derecho a nada. —le recordó la reina Alicent.—Pero al menos no serpia intercambiada como ganado en una transacción.La tensión podría sentirse en el ambiente, era tan densa que podrían cortarla con un cuchillo. Hacía tanto silencio que por un momento temió que sus damas no estuviesen respirando, sabía lo que le esperaba con la reina, lo que no esperaba es q
Tocaron la puerta mientras aún se preparaba, así que Emily fue a abrirla dejando a Seraphina con la anterior tarea. Lo más probable es que sus padres recibieran la carta y en algunos días el contrato entre ambos reinos estuviese listo.A partir de ahora ya no sería conocida como La princesa Seraphina, sino como la concubina del rey Thorian. Despojada de su nombre, titulo y raíces… ¿Existiría algo más humillante que eso? Ni siquiera tenía la oportunidad de llorar adecuadamente.—Alteza. —Seraphina giró al escuchar a la voz desconocida que la llamaba. —Saludos a la Estrella de Celestria. —saludó haciendo una reverencia. Vaya al menos alguien conoce la etiqueta apropiada; pensó con cierto sarcasmo.—Puedes ponerte de pie. —ordenó dándose la vuelta para continuar mirándose en el espejo. —¿A qué debo esta visita tan sorpresiva? —interrogó.La joven tuvo la decencia de lucir un poco avergonzada, le agradó de inmediato y eso que no existían muchas personas de las que pudiese decir aquello.
Ella negó con una mano, restándole importancia y fingiendo modestia.—Debería ser yo quien agradezca por honrarme con tal invitación. —declaró tomando unos de los dulces que se encontraban en la mesa. Estaba muy delicioso.—Es muy rico, ¿verdad? —preguntó la reina interpretando su reacción. —Come todos los que quieras y sí deseas más puedo ordenar que lleven a tu cuarto.—Es usted muy amable, le tomaré la palabra. —afirmó degustando el dulce.Seraphina observó a las demás concubinas, lucían algo suspicaces con ella.—Permítanme presentarlas. —anunció la reina. —Amara, Safiye y Miriam. —pronunció señalándolas en ese orden. Seraphina se fijó que eran: pelirroja, castaña y pelinegra. También que todas eran muy guapas. —La princesa Seraphina.Las cuatro se saludaron con asentimientos de cabeza, no podían hacer más.Se apreciaba que los gustos del rey Thorian eran bastante variados, ninguna de las presentes compartía el mismo color de pelo, ojos, ni siquiera el matiz de la piel. Aunque por
La luz de las antorchas iluminaba el pasillo por el cual transitaba, siendo acompañada por sus damas y un par de sirvientas del harem. La piel pálida de la princesa resplandecía suavemente en contraste con ligera claridad, dándole un aspecto como de otro mundo. Algo superior que no debía estar entre mortales.Muchos empleados la observaban fingiendo un muy mal disimulo. Era de esperarse, entre tantas pieles morenas y bronceadas pocas veces tenían la oportunidad de contemplar una tez blanca, mucho menos una tan pálida como aquella. A simple vista parecía suave y delicada, similar a la porcelana blanca.Habían oído que una princesa de otro reino había llegado para unirse al harén del su rey y señor. Sentía lástima por la delicada flor primaveral, sumida ahora en un fuego que quemaba con la misma fuerza que las llamas del infierno. Había sido condenada a un destino peor que la muerte si debía ir a los aposentos del rey.Un dragón devorando a un cordero, eso ocurría nada más caer la noche