—Su Majestad es un hombre inteligente y justo. Pasó muchos años con el ejército de Drakmoria, así que eso lo convierte en un estratega formidable. —comenzó a decir. —No he visto a un soldado como él en medio del campo de batalla, pero también es un compañero absolutamente leal. —Sus palabras eran tangentes.—Parece que lo admira mucho. —Ninguno de esos adjetivos coincidían con la imagen del hombre que se había formado en su mente. —¿Qué hizo para merecer tal deferencia? —preguntó con un toque de burla deslizándose por su lengua.Se detuvieron repentinamente, Seraphina lo observó sorprendida hasta que cayó en cuenta de que frente a ellos estaba un carruaje esperándolos. Era una carroza magnifica color negro, decorada con cortinas borgoñas; el logo de la familia real resplandecía en el mismo tono plateado del cabello de la princesa.—¿Me permite ayudarla? —Seraphina aceptó la mano que Lord Emrys le ofrecía y subió al carruaje, él lo hizo detrás. —Respondiendo a tu pregunta, el rey Thori
Seraphina salió de la sala del trono después de dicha conversación. Lord Emrys la guio hasta la habitación que le habían asignado en el palacio, tenía muchas ganas de preguntar por el resto de las concubinas, pero decidió esperarse. En Celestria las concubinas estaban separadas del castillo de la familia real, eso evitaba problemas, ella jamás había visitado dicho lugar porque lo tenía prohibido.Su padre las mantenía en un palacio aparte con todas las comodidades, incluso Lucien fue criado en ese espacio debido a quién era su madre; en cambio Seraphina vivía en el palacio principal. No conocía ninguna concubina, exceptuando a Aveline que al tener un hijo con el rey y eso le concedió otros beneficios.Ya estaba acostada en un intento de relajarse, cuando tocaron la puerta de repente. Les concedió la entrada y una sirvienta le hizo una reverencia.—Saludos alteza. —expresó de manera amable. —He sido enviada por la reina Alicia, su majestad desea que la acompañe para la hora del té. —in
—Del mismo modo en que el rey está dispuesto a comenzarla si no me vuelvo su concubina. —expresó con una sonrisa cortesana. —Aquí solamente vale la palabra de los que ostenten el poder, no somos más que peones. —inquirió.—En definitiva, somos peones. —aceptó la reina. —Por ello tenemos el poder de adaptarnos y transformarnos, convertirnos en cualquier otra pieza. —exclamó.—Las piezas ya están en el tablero, ahora veamos cual será el siguiente movimiento. —dijo Seraphina. —No pienso permitir que mi hijo sea un bastardo sin derecho a nada. —dijo entre dientes. —Tampoco que me humillen como a cualquier.—En su reino tampoco tendría derecho a nada. —le recordó la reina Alicent.—Pero al menos no serpia intercambiada como ganado en una transacción.La tensión podría sentirse en el ambiente, era tan densa que podrían cortarla con un cuchillo. Hacía tanto silencio que por un momento temió que sus damas no estuviesen respirando, sabía lo que le esperaba con la reina, lo que no esperaba es q
Tocaron la puerta mientras aún se preparaba, así que Emily fue a abrirla dejando a Seraphina con la anterior tarea. Lo más probable es que sus padres recibieran la carta y en algunos días el contrato entre ambos reinos estuviese listo.A partir de ahora ya no sería conocida como La princesa Seraphina, sino como la concubina del rey Thorian. Despojada de su nombre, titulo y raíces… ¿Existiría algo más humillante que eso? Ni siquiera tenía la oportunidad de llorar adecuadamente.—Alteza. —Seraphina giró al escuchar a la voz desconocida que la llamaba. —Saludos a la Estrella de Celestria. —saludó haciendo una reverencia. Vaya al menos alguien conoce la etiqueta apropiada; pensó con cierto sarcasmo.—Puedes ponerte de pie. —ordenó dándose la vuelta para continuar mirándose en el espejo. —¿A qué debo esta visita tan sorpresiva? —interrogó.La joven tuvo la decencia de lucir un poco avergonzada, le agradó de inmediato y eso que no existían muchas personas de las que pudiese decir aquello.
Ella negó con una mano, restándole importancia y fingiendo modestia.—Debería ser yo quien agradezca por honrarme con tal invitación. —declaró tomando unos de los dulces que se encontraban en la mesa. Estaba muy delicioso.—Es muy rico, ¿verdad? —preguntó la reina interpretando su reacción. —Come todos los que quieras y sí deseas más puedo ordenar que lleven a tu cuarto.—Es usted muy amable, le tomaré la palabra. —afirmó degustando el dulce.Seraphina observó a las demás concubinas, lucían algo suspicaces con ella.—Permítanme presentarlas. —anunció la reina. —Amara, Safiye y Miriam. —pronunció señalándolas en ese orden. Seraphina se fijó que eran: pelirroja, castaña y pelinegra. También que todas eran muy guapas. —La princesa Seraphina.Las cuatro se saludaron con asentimientos de cabeza, no podían hacer más.Se apreciaba que los gustos del rey Thorian eran bastante variados, ninguna de las presentes compartía el mismo color de pelo, ojos, ni siquiera el matiz de la piel. Aunque por
La luz de las antorchas iluminaba el pasillo por el cual transitaba, siendo acompañada por sus damas y un par de sirvientas del harem. La piel pálida de la princesa resplandecía suavemente en contraste con ligera claridad, dándole un aspecto como de otro mundo. Algo superior que no debía estar entre mortales.Muchos empleados la observaban fingiendo un muy mal disimulo. Era de esperarse, entre tantas pieles morenas y bronceadas pocas veces tenían la oportunidad de contemplar una tez blanca, mucho menos una tan pálida como aquella. A simple vista parecía suave y delicada, similar a la porcelana blanca.Habían oído que una princesa de otro reino había llegado para unirse al harén del su rey y señor. Sentía lástima por la delicada flor primaveral, sumida ahora en un fuego que quemaba con la misma fuerza que las llamas del infierno. Había sido condenada a un destino peor que la muerte si debía ir a los aposentos del rey.Un dragón devorando a un cordero, eso ocurría nada más caer la noche
La noche envolvía el reino de Celestria en su manto oscuro y estrellado. Seraphina una niña de cabello oscuro y ojos transparentes como el agua, se encontraba en su habitación, mirando por la ventana la luna que brillaba con un fulgor plateado en el cielo y las estrellas que centelleaban como diamantes en la negrura del universo infinito.La pequeña Seraphina había sentido algo especial en ella desde que tenía memoria. Un poder oscuro y misterioso, como sombras danzantes en su mente, la había acompañado desde su nacimiento. Las noches eran su refugio, cuando el “Sueño Oscuro” cobraba vida dentro de su pecho y salía de sus manos desesperada e incontrolablemente.En medio de esa densa noche, su madre, entró en la habitación, su vestido de seda y encaje resplandeciendo incluso en la penumbra. El semblante de la mujer se volvió pálido en cuanto observó el cuadro que estaba frente a ella. Una atrocidad similar a los habernos del mismísimo infierno.Seraphina se dio la vuelta nada más escuc
Las sombras se alzaban entre las altas torres de piedra del castillo de Drakmoria, sus secretos insoldables ocultos a los ojos curiosos. En el trono de obsidiana, el Rey Thorian se erguía con su figura imponente a penas visible en la penumbra.La sala del trono estaba silenciosa, solo interrumpida por el suave crujir de las antorchas. Thorian miraba fijamente un mapa desplegado ante él, sus ojos brillaban con una luz misteriosa mientras trazaba con los dedos los contornos del continente de Eldoriam. Había alcanzado un punto crucial en su reinado, una encrucijada de poder y ambición.—Mi señor, el mensajero ha regresado. —anunció una voz desde las sombras.Thorian asintió con la cabeza, sin apartar la mirada del mapa. El mensajero avanzó con pasos cautelosos, sus ojos nerviosos observando las sombras que se retorcían en la sala.—Habla. —ordenó Thorian sin mirarlo.El mensajero tragó saliva antes de dar su informe.—Majestad, el reino de Celestria se ha fortalecido en las ultimas seman