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Todos los capítulos de Un amor XL para el mafioso.: Capítulo 31 - Capítulo 40
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31. Yadira, espera.
—Creo que me debes, a mí y a nuestra hija, la oportunidad de criarla juntos —concluyó, esperando que sus palabras tuvieran el efecto deseado.—No te debo nada, además sabes muy bien que no fue mi culpa el que…— ella no terminó de hablar, ya que había callado en el instante que sintió que su voz se quebraría llevándose su mano derecha hasta sus labios y así guardar silencio.No obstante, sabía que no podía dejar las cosas como estaban. Tras un par de minutos que le tomo volver a recuperar la compostura ella levantó su mirada brillante a causa de las lágrimas no derramadas, pero con la suficiente entereza como para dejarle claro a Enrique que sus palabras ya no podían afectarle del mismo modo que en el pasado.—Escúchame bien Enrique, tú más que nadie sabes que el perder a mi bebé no fue mi culpa. Además tu no quieres a Sofía, ella jamás te ha importado. Así que basta de querer manipularme por medio de ella. Después de decirle eso Yadira se levantó de la mesa dispuesta a marcharse.Enr
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32. Ve a descansar.
Yadira se sintió aliviada y, al mismo tiempo, vulnerabilidad ante las atenciones de Guillermo. La confusión la envolvía, sintiéndose emocionalmente dependiente. Anhelaba, de alguna manera, perderse en los brazos de este hombre que le brindaba apoyo.—Te agradezco sinceramente tu preocupación, pero no quiero que sientas la necesidad de cuidarme — comentó al entrar en la casa, intentando mantener un poco de distancia emocional —. Si me lo permites, preferiría ir a ver a Sofía en este momento.No deseaba en lo absoluto tener que explicar su encuentro con Enrique, ya que la idea de compartir ese episodio la hacía sentirse vulnerable.— Está bien, ve a descansar yo debo solucionar algunas cosas de trabajo.Guillermo trataba de ocultar sus celos, su enojo, todo lo que estaba sintiendo en ese momento, era consciente de que no podía ponerla en esa situación, aún así su afán de protegerla y sobretodo alejar a ese hombre de ella era algo que no podía calmar.Guillermo observó a Yadira alejarse
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33. Escúchame bien, imbécil.
El almacén estaba frío , iluminado únicamente por la débil luz de unas pocas lámparas colgantes. Las sombras alargadas daban un aspecto más tétrico al lugar. En el centro de la bodega, Enrique estaba encadenado a una columna gruesa de cemento. Su camisa estaba desaliñada, y varias gotas de sudor resbalaban por su frente. Las marcas de las cadenas eran visibles en sus muñecas y tobillos. Sus ojos, antes arrogantes, ahora reflejaban el temor de la situación en la que estaba."¿Cómo demonios había llegado hasta este punto?" Enrique no podía evitar cuestionarse, mientras la llama de la ira y el resentimiento ardía en su interior. Estaba convencido de que todo esto era obra de Rosalba, y tenía la firme certeza de que ella pagaría por haberlo colocado en esta situación.El sonido de una puerta abriéndose resonó en la bodega, y por ella entró Guillermo, su imponente figura contrastando con la situación vulnerable de Enrique. Se aproximó a él con paso firme, se quitó la chaqueta del traje con
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34. No lo puedo creer.
Yadira no podía creer lo que le decía Rogelio, su abogado, al teléfono a la mañana siguiente.—Por favor, repíteme lo que me acabas de decir. Una vez más.—Enrique acaba de enviar los papeles del divorcio firmados y no solo eso. Su abogado ha dicho que no desea nada. Te cederá toda la custodia de la pequeña Sofía y te dará lo que te corresponde tanto por ley como por los daños morales que te pudo haber ocasionado.—No lo puedo creer —murmuró Yadira, sintiendo que, en ese momento, todas sus preocupaciones parecían haber desaparecido."Por fin era libre". Enrique por fin había firmado, y eso la llenaba de una enorme alegría y, por supuesto, satisfacción.—Solo necesito que venga a mi oficina, por favor, para entregarte tu copia del divorcio firmada y notariada, así como todo lo que te corresponde.—Por supuesto, estaré ahí a la mayor brevedad posible —respondió Yadira a su abogado antes de colgar.Pese a la felicidad que se reflejaba en el semblante de Yadira, su mirada se endureció y o
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35. ¿Podremos volver a nuestra casa?
Yadira se abrió paso entre la multitud de reporteros que la esperaban a la salida de la escuela. Con una mano sujetaba a su hija Sofía, que se aferraba a su falda con miedo. Con la otra mano empujaba los micrófonos y las cámaras que intentaban acercarse demasiado.—¿Es cierto que su esposo la engañó con su mejor amiga? — le preguntó una voz.—¿Cómo se siente al saber que su matrimonio ha terminado? — interpeló otra.—¿Qué planea hacer ahora que está sola? — cuestionó una tercera.Yadira no respondió a ninguna de las interrogantes. Su único objetivo era alejarse de ese lugar y llevar a su hija a un refugio seguro. Estaba consciente de que los reporteros solo buscaban un titular jugoso, una noticia escandalosa, un momento de vulnerabilidad. No les preocupaba el sufrimiento que tanto ella como Sofía estaban padeciendo.Sofía observaba el caos a su alrededor con ojos vidriosos y llenos de lágrimas. No comprendía por qué había tantas personas gritando y desordenando todo. No lograba entend
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36. Amor, déjame atender la llamada.
La cocina se impregnó del aroma del café recién hecho y las tostadas. Guillermo, buscando una forma de disculparse con Yadira, quien no le dirigía la palabra, sirvió los huevos revueltos y las salchichas en un plato. Desde donde estaba, pudo ver a Yadira en la sala, sentada junto a Sofía, ambas aún en pijamas y jugando juntas. Parecía el momento ideal para acercarse y pedir perdón.No obstante, justo cuando estaba por dar el primer paso, el teléfono de Yadira sonó. Guillermo contuvo un gruñido y se quedó paralizado, esperando a que ella atendiera la llamada.Detestaba esos imprevistos que interrumpían sus planes, especialmente cuando implicaban dejar a un lado su orgullo y disculparse, lo cual siempre le resultaba difícil.Yadira, por su parte, se sentía un tanto perdida y prefería centrarse en Sofía para evitar cruzar miradas con Guillermo. No quería que él detectara la confusión reflejada en sus ojos. La llamada de su teléfono llegó en un momento oportuno, brindándole una excusa par
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37. No tienes que agradecerme nada.
—Hola, Yadira. Te he traído algo muy importante, pero por favor tráteme de manera informal— le respondió Rogelio, entregándole la carpeta.—¿Es lo que creó que es? — preguntó Yadira, abriendo la carpeta con curiosidad.—Si. Son los papeles que no te había dado. Los que constan que tienes la patria potestad de tu hija —le explicó Rogelio.—¡Gracias, no sabes lo mucho que me hace feliz tener estos papeles! — exclamó Yadira, emocionada.— Sí. Hemos ganado el caso. Tu exmarido no podrá volver a acercarse a ti ni a tu hija. Ahora eres libre — le dijo Rogelio, con una sonrisa.—¡Oh, Rogelio! No sé cómo agradecerte esto. Es lo mejor que me ha pasado en la vida — dijo Yadira, abrazando al abogado con fuerza.—No tienes que agradecerme nada, Yadira. Lo hice por ti y tu pequeña hija— respondió Rogelio, correspondiendo al abrazo y al mismo tiempo callando lo que realmente quería decirle a ella: "También porque me gustas Yadira y quiero verte feliz" más eso lo callo y se conformó con el abrazo da
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38. No tengo tu dinero.
El hombre en cuestión sonrió, mostrando una hilera de dientes amarillentos. —Eso es lo que crees. Hace un tiempo, representaste a alguien que me debía mucho dinero. Gracias a ti, ese tipejo evitó la cárcel y aún no me ha pagado.Rogelio se tomó un momento para pensar. Recordaba el caso, pero no estaba seguro de cómo eso le involucraba personalmente con el gangster. —Yo solo hice mi trabajo, defendiendo a mi cliente en el tribunal. Si tienes un problema con él, deberías tratarlo directamente. Mi despacho y yo no tenemos nada que ver con sus asuntos personales.El hombre se acercó peligrosamente a Rogelio, sacando una pequeña navaja de su bolsillo y jugueteando con ella. —Tú hiciste que ese hombre evadiera la justicia, y ahora, por tu culpa, no he recibido mi dinero. Así que pensé que quizás podrías compensarme... de una forma u otra.Rogelio tragó saliva, tratando de mantener la calma. —No tengo tu dinero, pero puedo ayudarte a llegar a un acuerdo con él. No es necesario que destro
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39. Dime qué tú no eres el responsable.
El gangster y su pandilla decidieron no esperar más tiempo y atacaron el bufete de abogados de Rogelio esa misma noche.Mientras Rogelio se encontraba trabajando hasta tarde en su oficina, el silencio del edificio fue abruptamente roto por el sonido de cristales rompiéndose. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba ocurriendo, varios hombres encapuchados irrumpieron en su despacho. Empezaron a destruir todo a su paso: documentos, muebles, computadoras y todo tipo de objetos de valor. El caos y la destrucción se apoderaron del lugar en cuestión de minutos.Rogelio intentó enfrentarse a ellos, proteger su lugar de trabajo y sus años de esfuerzo, pero estaba en clara desventaja numérica. Uno de los matones lo agarró por detrás y le dio un fuerte golpe en la cabeza con una barra metálica, dejándolo semiinconsciente en el suelo. Mientras Rogelio yacía aturdido, los hombres continuaron su destrucción, asegurándose de que no quedara nada intacto.Luego, con el bufete destrozado y
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40. Distanciados.
Después de aquella intensa discusión, la vida de Yadira y Guillermo tomó rumbos diferentes. Un mes entero, treinta largos días en que la ausencia de conversaciones, caricias y miradas compartidas se hizo notar. Pero la distancia física no significaba desconexión total. Yadira, con su talento y su carisma arrollador, comenzó a escalar vertiginosamente en la industria de la música. Las redes sociales se llenaban de sus canciones, era la chica no normativa que enloquecía a todos porque a pesar de no tener la figura que se esperaba de una cantante ella brillaba en el escenario, el público la adoraba y su voz resonaba en casi todos los rincones de la ciudad. Con cada nueva actuación, cada nuevo sencillo, su popularidad crecía. Y aunque ella lo atribuía a su esfuerzo y al amor de sus fans, había una figura en la sombra que jugaba un papel crucial en su éxito.Guillermo, aún herido por la despedida y la sensación de desprecio que sintió, no podía abandonarla por completo. Cada concierto de
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