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Todos los capítulos de Un amor XL para el mafioso.: Capítulo 21 - Capítulo 30
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21. Hasta tu hija es más inteligente que tú.
La actitud de Yadira molestó aún más a Rosalba.— Tu hija se parece a ti se la pasa comiendo como una cer…Una vez más Yadira no iba a lermir que esa mujer ofendiera a su hija, volviendo a abofetear a Rosalba en la otra mejilla.Enrique quien había estado observando todo, creyendo que Rosalba pondría en su lugar a Yadira se levantó por fin molesto e indignado al ver cómo su amante volvió a ser abofeteada.—¿Quién diablos te crees?— Enrique se acercó a Yadira con aura intimidante, claramente con la intención de hacerle daño.La pequeña se escondía tras su madre tirando de ella.—Mami, por favor vete, no quiero que papá te pegue como la otra vez— repetía la pequeña temiendo por su madre.— Hasta tu hija es más inteligente que tú — se burló Enrique al escuchar a su hija Esta vez Yadira no iba a permitir que ese par pasará por encima de ella. Sobre todo al ver cómo Rosalba aún con las mejillas rojas se mostraba altiva viéndola como si ella se tratara de una basura.—Esta vez, ustedes dos
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22. ¿Por qué me estás ayudando?
Guillermo se apoyó en el umbral de la puerta, su corazón se encogía con cada nota melodiosa que escapaba de los labios de Yadira. En su voz, la cuna de una tierna clemencia se mezclaba con la aguda punzada del dolor por lo que había sucedido a su pequeña hija. La melodía flotaba en el aire, intentando ofrecer un remanso de paz y seguridad a la pequeña.La mano de Yadira acariciaba suavemente el cabello de la niña, cuyos ojos, aún marcados por el temor reciente, comenzaban a cerrarse lentamente, cediendo al consuelo de los brazos de su madre y al encanto de la canción.Guillermo sintió cómo una pesada piedra se anidaba en su estómago. Era incapaz de comprender cómo alguien podía lastimar a un ser tan inocente y puro. Su mandíbula se tensó, los músculos apretándose en un esfuerzo por contener la tormenta que rugía en su interior.Se apartó silenciosamente, permitiendo que madre e hija compartieran un momento de tranquilidad, un respiro en medio del caos que habían tenido que atravesar.
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23. ¿Me vas a llevar a la escuela?
Yadira se despertó al sonido del despertador y se levantó de la cama. Se colocó una bata y se dirigió a la cocina. Encendió la estufa y puso una olla con agua a hervir. Sacó los huevos, el tocino y el queso del refrigerador. Mientras cortaba el tocino en trozos pequeños, recordó la escena que había vivido el día anterior con el padre de su hija y su nueva pareja.El día anterior, la habían llamado de la escuela debido a unos moretones en el brazo de su hija.La indignación que había sentido en ese momento era justificada. ¿Cómo se atrevía esa mujer a maltratar a su hija? ¿Dónde estaba el padre cuando eso pasaba? ¿Por qué no la defendía ni la protegía?Yadira suspiró al recordar cómo la situación se había tornado violenta y cómo había salido lastimada; no obstante, ahora tanto ella como su hija se encontraban a salvo en la casa de Guillermo.Yadira dejó de pensar en esos malos recuerdos y se concentró en preparar el desayuno. Quería comenzar el día con buen ánimo y olvidarse de los pr
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24. Tengo un favor que pedirle.
Las horas del día transcurrieron entre los asuntos pendientes acumulados del día anterior para Yadira. Aunque se mantenía sumamente ocupada, la sensación de estar logrando cosas la llenaba de una alegría peculiar.Fue después del almuerzo cuando su buen humor se desvaneció, desplazado por las fotos que un detective privado había enviado a su móvil, acompañadas de un breve mensaje.“He reunido la información que solicitó sobre su esposo.”Las imágenes eran inquietantemente explícitas. No era solo la traición de Enrique lo que la atormentaba, sino también la de su amiga.Según las fechas indicadas en las fotos, la infidelidad y el engaño habían estado presentes durante más de tres años. Eran tres años durante los cuales ella había confiado en Rosalba, compartiendo con ella cada acción de Enrique.Yadira estaba luchando por entender cómo Rosalba había osado actuar de esa manera. Un picor en sus ojos amenazaba con liberar lágrimas, pero no eran de tristeza; emanaban de una indignación y f
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25. Deseo algo de ti.
Los labios de Guillermo se deslizaban por el cuello de la mujer mientras su mano seguía subiendo por su muslo de forma sensual, conteniendose para no ser demasiado atrevido sin ser capaz de olvidar todo lo que sucedió entre ellos el día de su actuación.La cercanía de Guillermo era algo imposible para ella de resistir desde ese encuentro que habían tenido en el camerino. Debía de ser sincera consigo misma, ningún hombre había logrado encender su cuerpo y su deseo como lo hacía Guillermo, solo una vez en el pasado, un hombre había despertado ese tipo de deseo en su cuerpo.—Aunque no me considero completamente altruista, porque sí, deseo algo de ti, no negociaré ni pondré condiciones a eso. Si decides darme lo que anhelo, lo aceptaré con gusto. Si no, esperaré, y me esforzaré por conquistarte de todas las maneras posibles, por méritos propios.—Guillermo… yo…— aunque su voz salió en un hilo apenas audible, ella no frenó sus avances, todo lo contrario su cuerpo parecía buscar más de la
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26. Te deseo tanto.
Guillermo se despojaba poco a poco de la ropa que cubría el cuerpo de Yadira mientras notaba las manos de ella haciendo lo mismo, despojándolo de su camisa, desabrochando el cierre de su pantalón, hasta que los dos quedaron piel con piel, porque la sensación de sus manos, de su cuerpo bajo el de él, de aquello que tanto deseaba lo había saber que no quería dejar de hacer eso nunca.— Yadira …Murmuró su nombre levantando la vista y conectando su mirada con la de ella, como si le pidiera permiso para avanzar y es que estaba tan duro y necesitado de su piel que no podía más que adorarla.Yadira movió la cabeza asintiendo, no deseaba otra cosa que la de sentirlo. Solo pensar en que sus labios y sus manos estarían por todo su cuerpo, hacía que su piel se erizara llena de anticipación.Guillermo se frotaba contra ella por inercia sintiendo como su dureza era humedecida por su sexo al frotarse el uno con el otro y aun así no tenía prisa, a pesar de desear hundirse en su cuerpo adoraba ver c
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27. Damas y caballeros.
Con la ayuda de Guillermo y la popularidad que había ganado gracias a su video viral, Yadira se catapultó a la fama tan pronto como su nueva canción fue lanzada en Internet. El tema, con su pegajosa melodía y letra emotiva, tocaba corazones y al mismo tiempo, revelaba un poco del tormento y fuerza interior que ella había estado albergando tras las duras experiencias de su vida reciente.Guillermo no sólo le brindó apoyo en la producción musical sino que también se convirtió en un pilar emocional para ella. Yadira, por su parte, compartió con él no sólo su pasión por la música sino también un torrente de emociones que habían sido reprimidas durante demasiado tiempo, esculpidas por el dolor del engaño y la traición de aquellos que alguna vez consideró cercanos.De alguna manera, la canción se convirtió en un medio a través del cual Yadira sanó algunas de sus heridas, dándole voz a su dolor mientras que simultáneamente, se conectaba con innumerables otras almas que resonaban con su histo
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28. ¿Le diste las gracias al señor Guillermo?
Yadira nunca se había sentido tan feliz como ese día en particular. Todavía sostenía el ramo de flores en sus brazos cuando Guillermo y su hija vinieron a buscarla.—¡Mami, mami!Solo ante la llegada de su hija, Yadira soltó el ramo de rosas, que fue oportunamente atrapado por Guillermo.—¿Cómo se portó mi hermosa hija hoy? —le preguntó a la pequeña.—Me porté muy bien, y el señor Guillermo me compró un helado porque saqué un diez en matemáticas.Yadira sonrió a su hija y luego dirigió su mirada hacia Guillermo.—¿Le diste las gracias al señor Guillermo?—Sí, mami. Además, me dijo que nos llevaría a las dos a comer.—Eso suena maravilloso, pero yo tengo otra idea. Dado que tú sacaste un diez y yo tengo que agradecerle al señor Guillermo por tantas cosas, ¿qué les parece si yo cocino el almuerzo? —Yadira posó su mirada en Guillermo, quien le devolvió una sonrisa cómplice. Sentía una mezcla de gratitud y atracción hacia él, pero no sabía cómo expresarlo. —A menos que, por supuesto, el s
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29. Yadira, soy yo, Enrique.
Yadira se encerró en su habitación y marcó el número de Rogelio, su abogado. Rogelio era un experto en casos de divorcio y le había asegurado que podía conseguirle una buena compensación por los años de maltrato que había sufrido por parte de Enrique.—Hola, Rogelio. Soy Yadira. Te llamo para decirte que he tomado una decisión. Quiero divorciarme de Enrique lo antes posible. — dijo Yadira con voz firme.—Hola, Yadira. Me alegro de que hayas dado ese paso. Sé que no ha sido fácil para ti. — respondió Rogelio con tono comprensivo.—No, no ha sido fácil. Pero ya no puedo seguir viviendo así. He aguantado demasiado tiempo sus insultos, sus amenazas, sus golpes... Ya no le tengo miedo. Quiero ser libre y empezar una nueva vida con mi hija—, confesó Yadira.—Te entiendo perfectamente, Yadira. Y te felicito por tu valentía. Estoy seguro de que vas a salir adelante y de que vas a ser muy feliz. - la animó Rogelio.— Gracias, Rogelio. Eres muy amable. ¿Qué tengo que hacer ahora? ¿Qué papeles
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30. ¡Habla!
Después de mandarle la ubicación a Yadira, Enrique se vistió con uno de sus trajes más caros y elegantes. Se perfumó con la fragancia que sabía que a Yadira le gustaba, no porque quería agradarle, sino porque sabía que cada pequeño detalle podía jugar a su favor.Mientras conducía al restaurante, ideaba su estrategia. Sabía que tenía que ser astuto, jugando con las emociones de Yadira y recordándole los buenos tiempos. El restaurante al que la había invitado era uno de los lugares más románticos de la ciudad y había sido su favorito cuando eran novios.Llegó antes que ella y eligió una mesa en un rincón apartado, perfecto para una conversación íntima. Ordenó una botella del vino favorito de Yadira y se acomodó, ensayando sus palabras, buscando las frases y recuerdos que pudieran ablandar su corazón y ponerla en una posición vulnerable.Cuando la vio entrar, se sintió confiado. Yadira lucía bien, más bien de lo que él la recordaba, pero Enrique solo veía una oportunidad. Se puso de pie
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