Inicio / Hombre-lobo / La ex del alfa millonario / Capítulo 31 - Capítulo 40
Todos los capítulos de La ex del alfa millonario: Capítulo 31 - Capítulo 40
186 chapters
Capítulo 31: No estar sola
Con esfuerzo y lucha torpeza, arreglo el reloj, aunque Cleo me dice que no es un buen regalo para una persona tan fría y seria como el alfa de una manada con fama de ser despiadada. — No se ve tan hermoso como en las fotos que use de ejemplo, por lo menos se ve como un buen ramo — digo suspirando profundo. — Sigo creyendo que es un mal regalo — dice Cleo y yo niego. — Es mejor. Así, no le estaré dando algo que alguien más le dio en el pasado — digo y le entrego el ramo a Cleo. — ¿Por qué me lo entrega? — Pregunta Cleo y yo sonrío. — Porque serás quien se lo lleve — digo de inmediato y ella niega retrocediendo.  — No, claro que no. No quiero morir tan joven — dice Cleo y yo la miro fijamente. — No seas cobarde, eres una loba. No eres frágil — digo y ella me o
Leer más
Capítulo 32: Mostrar su temor
Pasaron pocos segundos cuando me apartó regañándome con la mirada, sin embargo, respiró profundo, peinando su cabello con frustración. — La ignorancia es atrevida — se limita a decir. — Solo fue un abrazo de agradecimiento, eso es menos íntimo que un beso. Así que, no te preocupes tanto — susurro y él me observa enojado.  — No lo entiendes. Así que, deja de hacer cosas innecesarias como mandarme flores o abrazarme — dice Helmut y yo bajo mi mirada notando que mi regalo no le ha gustado. — Helmut, no hagas un drama por algo tan pequeño — digo cuando veo como la frustración lo hace caminar de un lado al otro para calmarse. — Estas saltando las barreras que por años he construido. — Confiesa Helmut y yo sonrió al ver que mis esfuerzos no son en vano.  — Me
Leer más
Capítulo 33: Medidas desesperadas
Tres semanas despuésHelmut se había tomado en serio lo de beber un poco de licor fuera de nuestros castillos, porque después de haberme mejorado hace tres días, mandó a construir una casa de madera donde se aseguró que ninguna leve brisa fría me enfermara y que los muebles que estuvieran en el interior, fueran cómodos para mí.Eso me hacía sentir como una anciana que necesita ciertas cosas para estar cómoda en un lugar, pero, no me quejo, es mejor su extremo cuidado a sus constantes gritos al servicio porque me he resfriado. — No creo que le paguen suficiente para tanto estrés de trabajo — murmuro y las chicas sonríen. — No todo es malo. Además, solo estamos así de tensionadas cuando el señor está cerca. Cuando viaja, podemos tomarnos un respiro — dice María. — Lo bueno es que pronto se
Leer más
Capítulo 34: Besar a otras
No podía darme por vencida y por ello, solo cuando no sentí el líquido en su boca, fue que me alejé de sus labios para respirar ese aire que ya se me había agotado. Había cometido una locura que podría costarme la vida si era descubierta, pero, necesitaba saber cosas que solo él podría decirme ebrio. — ¿Debería llamar a esto el beso suicida? — pregunta Helmut y yo lo golpeo en el pecho. — No tenía veneno — digo y él suspira profundo. — ¿Qué debo hacer contigo? Me agradas, aunque no quería que me agradaras, comenzaste a agradarme reafirmando el hecho de que no quiero que mueras. Incluso voy en contra de mis deseos para mantenerte a salvo y tú saltas sobre mí así — murmura Helmut y yo me muevo levemente por lo incomoda que me siento. — No soy una mujer que hace esto con
Leer más
Capítulo 35: Ser impulsiva
Estaba molesta. No me sentía celosa, no me gustaba para estarlo, pero, si estaba molesta. Después de todo, él estaba jugando con alguien más mientras yo debía quedarme enferma en una cama sin la más mínima posibilidad de ver un hombre. — Ya he tenido suficiente con este plan de beber. Nos vemos — digo intentando alejarme de él, pero, me abraza como un niño pequeño mientras aspira mi aroma. — Me gusta como hueles. Aunque este enojado, tu aroma llega a mi nariz y es como si me relajará. — Dice Helmut y yo me cruzo de brazos. — Dudo de ello. Porque te la pasas gritando. Cada vez que te veo, estás gritando — digo y él me abraza con más fuerzas. — Cuando me enojo, normalmente mató a alguien o lo dejo gravemente herido. Pero, delante de ti, no soy capaz de mostrar mi lado violento. Me ayudas a relajar
Leer más
Capítulo 36: Dejarse llevar
El beso calienta mi cuerpo, mientras él me lleva a un lugar que no me esfuerzo por ver, ya que, estoy demasiado concentrada en besarlo. Incluso, aunque mi mente mande alertas ante el temor que ello me mate.Es cuando siento que mi trasero toca algo duro, que abro mis ojos y separándome un poco de él, noto que estamos en una mesa de billar. Aunque no he bebido suficiente alcohol, me siento bastante mareada y a juzgar por el rubor excesivo en su mejilla, también lo está.  — Creo que tus besos me están embriagando — dice Helmut y yo sonrío por lo dulce que se ve estando ebrio. — Creo que también estoy borracha — confieso y él sonríe. — Esta vez duraste un poco más para embriagarte — dice Helmut y yo asiento.‘Si supieras que he hecho trampa, no sonrieras así’ digo mentalmente.Nuevamente vuelve a besarme
Leer más
Capítulo 37: Hacerlo
Los besos que me daba, mezclados con su calidez y el olor a alcohol, les daban a mis papilas gustativas el sabor a gloria. Mi cuerpo se sentía demasiado caliente y el deseo de experimentar esta primera vez, ignoraba toda consecuencia negativa que podría conllevar continuar.El hombre sobre mí, se alejó solo un poco y como si no fuera suficiente estimulación los toques leves sobre mi botón de placer, lleva su boca a esa parte de mi cuerpo húmeda, haciéndome gimotear por las sensaciones.‘Definitivamente, ser tocada por alguien más es mucho mejor que tocarse uno mismo’ me digo mentalmente.Justo cuando creo que moriré por los movimientos de su boca, él se aleja nuevamente y como si supiera qué, cuándo y cómo hacerlo, me observa con una sonrisa lasciva y lentamente, baja la cremallera de su pantalón.Causando que ese ruido, sea la música m&aacu
Leer más
Capítulo 38: Reclamos
Al día siguienteEl cuerpo me duele cuando me estiro, por lo que, emito un gemido y me relajo en las suaves sabanas que me abrazan de tal forma que se me dificulta abrir los ojos, al sentirme tan bien. — Despierta ahora — dice una voz fría que logro reconocer. — Estoy agotada, déjame dormir un poco, por favor — pido cubriendo mi rostro con las sábanas para poder dormir un poco más. Mi cuerpo duele, como si hubiese corrido una maratón de al menos cien kilómetros, sorprendiéndome que haya podido soportar tanto tiempo teniendo sexo, cuando yo solo corro media hora y ya estoy muriéndome. — Despierta ahora, Yaitana — dice el hombre que me arrebata las sábanas con tanta brusquedad que hace que me despierte. El enojo en su mirada hace que calle toda queja que iba a hacer, mientras mi mente intenta procesar porque está enojado si
Leer más
Capítulo 39: Confesarlo
Lo abrace, quería pegar esas partes de su cuerpo a punto de desmoronarse, quería que sus grietas se cerraran al punto de convertirse en cicatrices con las que pudiera vivir. Quería ayudarlo a sanar y que pudiera vivir sin miedos, necesitaba eso para que nuestro hogar fuera fuerte y armonioso. Sin embargo, él me apartó con brusquedad y su mirada me expuso de tal forma que me arrepentí del método que había usado para que él se abriera a mí. Después de todo, no fue el más correcto. — Me gustaste. Es imposible no sentirse atraído hacia ti cuando eres como la luz cálida en medio de mi vida oscura y fría. Por eso, me esforcé en ser frio siempre. Eso era para evitar que murieras por mi culpa — — No voy a morir. — — No es algo que puedes controlar. Así pasó con las mujeres antes de ti. Me gustaron a
Leer más
Capítulo 40: Querer más
La noche cayó y yo no regresé a casa. Estaba demasiado herida para regresar a un lugar donde sus comentarios hirientes superan las buenas cosas que me ha dicho. Renuente a quedarme en ese lugar, camino al pueblo y cuando llego a un hotel, me transformo en humana y camino al vestíbulo donde varios lobos hablan entre sí. — Necesito una habitación y ropa limpia — digo a la mujer lobo detrás del escritorio. — Lo siento, pero no tenemos… — susurra la loba y cuando levanta su mirada, su postura relajada se torna rígida.  — Ya mismo se lo conseguiremos, señor Baumann. — Aitana. Solo dígame, Aitana, y por favor, no le diga a mi esposo que estoy aquí — digo deseando que no me encuentre, aunque eso es imposible, por el lugar en el que nos encontramos. — Señora, no entiendo que es lo que sucede entre ustedes, pero,
Leer más