Era tanta la emoción de las chicas, que en menos de una hora ya estábamos recorriendo la isla como si fuera esposa de un narcotraficante. Solo que mejor, porque soy la esposa de un alfa millonario. De algo debía servir ser esposa de alguien como él. — ¿Y qué vamos a hacer, señora? — Pregunta una de las chicas. — Todo lo que sea divertido y cueste mucho dinero. Debemos darle un mensaje grande a Helmut y eso no se hace economizando — Las chicas dudan, pero, apenas llegamos a las primeras tiendas, el miedo desaparece y comenzamos a comprar ropa para todas, comer de todo tipo de comida, jugar, relajarnos en spa e incluso, entrar al casino. Claramente, antes de eso, entró a una boutique donde para comprar ropa interior, debía vender mis riñones y mi corazón, para comprarlo. Pero, ¿Qué importa, si mi situación sentiment
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