Narra Aitana
Días despuésSalí de la celda deseando maldecirlo y darle un buen golpe por arruinar mí ya terrible día. Pero, sabía que terminaría como niña regañada en una celda donde ni siquiera podía gritar, porque solo confirmaría lo que él dice sobre ser malcriada. Estaba enojada con lo que dijo y también sentía miedo. Por lo que, al no poder ir en su contra, decidí usar las armas que me ha dado, para escapar. Decidida, corro a mi habitación, me doy una larva ducha y tomo ropa para marcharme. ‘Si ya me deja salir, debo aprovechar para analizar el terreno y al menor descuido escapar.’ Digo mentalmente mientras termino de vestirme.Apenas salgo, caminó a la puerta, sonrió complacida al verlas abiertas completamente. Notando que el castillo que parecía una gran celda, ahora si parezca un hogar. EmocionadNarra HelmutMe había costado tomar una decisión con Aitana. Aunque sentía que debía castigarla con más tiempo en la celda, para que aprenda que debe ser obediente e invisible para mí el resto de los meses juntos, me sentía mal si seguía quedándose allí.Aitana era como una niña con su dulce contra un mundo rustico, oscuro y frio. Ella era el contraste a todas las mujeres que he tenido, porque, cada una de ellas ya había alcanzado la madurez de adulto.Pero, Aitana era esa niña dulce que, al no estar en la sociedad, se crio siendo dulce, traviesa e inocente. Algo que me atrae demasiado, al punto de no saber cómo tratarla. Al punto de dudar como ahora.—Señor, ya la señora se ha marchado — dice Peeta y yo suspiro profundo.—¿A dónde fue? — pregunto, aunque no deseo saber la respuesta.Me decepci
Era tanta la emoción de las chicas, que en menos de una hora ya estábamos recorriendo la isla como si fuera esposa de un narcotraficante. Solo que mejor, porque soy la esposa de un alfa millonario. De algo debía servir ser esposa de alguien como él.— ¿Y qué vamos a hacer, señora? — Pregunta una de las chicas.— Todo lo que sea divertido y cueste mucho dinero. Debemos darle un mensaje grande a Helmut y eso no se hace economizando —Las chicas dudan, pero, apenas llegamos a las primeras tiendas, el miedo desaparece y comenzamos a comprar ropa para todas, comer de todo tipo de comida, jugar, relajarnos en spa e incluso, entrar al casino.Claramente, antes de eso, entró a una boutique donde para comprar ropa interior, debía vender mis riñones y mi corazón, para comprarlo. Pero, ¿Qué importa, si mi situación sentiment
Miro a mi alrededor y parece que me he puesto una peluca y maquillaje de payaso, porque todos sonríen por las palabras de mi esposo, dejando claro que no está bromeando al hablar del dinero que posee. El desgraciado es inmensamente rico.— Entonces, si no sabias cuanto he gastado y obviamente no has venido a reclamarme eso, ¿por qué estás aquí? — Pregunto confundida.— Quería ver si te estabas metiendo en problemas — dice Helmut y yo ruedo los ojos.— No soy una niña. — Le recuerdo.— Solo las niñas ruedan los ojos como lo haces y no me gusta. Muestra cuan malcriada eres — dice Helmut y yo sonrió.— Lamento mucho que tu esposa sea una malcriada. Ahora que has visto que no hay policías ni mucho menos bomberos apagando el incendio, puedes marcharte. — Digo señalado la puerta, pero, H
Desde mi lugar, podía ver en la expresión confundida de Helmut, mientras las personas que estaban pasando por el lugar, miraban sorprendidos a los dos. Algo que me daba un poco de vergüenza, porque escucharon lo que había dicho.De inmediato, Helmut mira a su alrededor con una mirada asesina y todos se marchan dándonos la privacidad que en un principio debieron darnos.— Justo cuando creo que no vas a sorprenderme más, llega esto — dice Helmut y en mi mente sonrió.‘Por lo menos, lo mantengo interesado, aunque sea para regañarme’ digo mentalmente.— No has respondido a mi deseo — digo y él tensa su mandíbula.— Pide otra cosa y te aseguro que te lo cumpliré — dice Helmut.— Si no quieres tocarme, deja que yo lo haga por los dos — digo acercando mi mano en el pecho de él, pero, de inme
Horas despuésYa no podía ver bien. Estaba tan mareada que me era imposible ver una sola cosa. En cambio, Helmut sonreía como si nada. Era como si el alcohol solo me afectará a mí, ¿Acaso está acostumbrado a beber?— Creo que deberías ir a descansar. Ya estás muy ebria. — Dice Helmut y yo niego, aunque eso me hace perder el poco equilibrio que estando sentada tengo.— Aun quiero seguir bebiendo. Creo que podría durar un poco más — digo arrastrando las palabras.— Deberías conocer tus límites — dice Helmut y yo sonrió.— ¿Cómo podría conocerlos si es la primera vez que bebo alcohol? — pregunto y ello hace que Helmut sonría.— No esperaba menos de ti. Si has estado siempre encerrada, dudo que hayas tenido la oportunidad de beber alcohol. &mdas
No podía entender que era lo que hacía, porque, aunque debía tenerlo de mi lado, para evitar que me matara y tener una buena vida, no podía complicar las cosas besándolo solo porque lo había deseado.Nuestros labios son separados por falta de aliento, pero su frente se queda pegada a la mía de una forma que me hace sentir que mi movimiento osado no lo ha enojado y mucho menos, tiene energía para amenazarme otra vez.— Esto es un error, mujer. No deberías besarme si quieres estar bien, si quieres vivir — susurra Helmut en un tono suave, al punto de no parecer que me está advirtiendo de la muerte que él me va a provocar.‘Podría asegurar que incluso dormido habla solo para amenazarme. Este hombre es extraño’— ¿Por qué besarte me mataría? — pregunto deseando que me diga la causa de sus constantes amenazas.
Dos meses despuésEl tiempo había pasado de una forma lenta y dolorosa. Como si me hubiese lanzado una maldición Helmut, desde esa noche he comenzado a sentirme mal al punto que apenas salí del salón donde habíamos bebido, me desmayé.Mis clases son pocas porque debo descansar y es que, sin saber que tengo, solo me quedo en cama sufriendo de dolor o desmayos que no logran encontrar su causa. Helmut desde esa noche donde por fin me dijo un poco de eso que esconde, desapareció.Por lo que, no he podido hablar con él y obtener más información. Cleo, regresa sonriendo mientras trae toallas en agua tibia para ayudarme a bajar la fiebre que aparece en mi cuerpo cada dos días y dura solo cinco horas mostrándose, algo que las doctoras tampoco entienden porque sucede.— Señora, ¿Cómo se siente usted hoy? — pregunta Cleo y yo suspiro profundo.
Con esfuerzo y lucha torpeza, arreglo el reloj, aunque Cleo me dice que no es un buen regalo para una persona tan fría y seria como el alfa de una manada con fama de ser despiadada.— No se ve tan hermoso como en las fotos que use de ejemplo, por lo menos se ve como un buen ramo — digo suspirando profundo.— Sigo creyendo que es un mal regalo — dice Cleo y yo niego.— Es mejor. Así, no le estaré dando algo que alguien más le dio en el pasado — digo y le entrego el ramo a Cleo.— ¿Por qué me lo entrega? — Pregunta Cleo y yo sonrío.— Porque serás quien se lo lleve — digo de inmediato y ella niega retrocediendo.— No, claro que no. No quiero morir tan joven — dice Cleo y yo la miro fijamente.— No seas cobarde, eres una loba. No eres frágil — digo y ella me o