Las horas pasan tan lento, que siento que voy a morir de la angustia. Mi cuerpo tiembla y yo me enfoco en pensar en las cosas agradables que he vivido con mi esposo, el anillo en mi dedo, lo muevo una y otra vez, para intentar calmarme. Pero, el silencio hace que pueda sentir mi propio corazón en mis oídos. Cada dos minutos miro el reloj, implorando que el tiempo pase rápido, pero, desgraciadamente, todo ocurre en cámara lenta. Tan lenta que siento como mi cuerpo se adormece por estar en la misma posición implorando que nunca me encuentre. Lo quiero y sé que le dolería ser él quien me mate por no reconocerme y mucho menos, haberlo curado. — Señora Baumann, ya es de día — informa Cleo y yo levanto mi cabeza escondida en mis rodillas. Es allí cuando veo que son las siete de la mañana. Respiro profundo y tomo la mano que Cleo me extiende con una so
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