No podía darme por vencida y por ello, solo cuando no sentí el líquido en su boca, fue que me alejé de sus labios para respirar ese aire que ya se me había agotado. Había cometido una locura que podría costarme la vida si era descubierta, pero, necesitaba saber cosas que solo él podría decirme ebrio.
— ¿Debería llamar a esto el beso suicida? — pregunta Helmut y yo lo golpeo en el pecho. — No tenía veneno — digo y él suspira profundo. — ¿Qué debo hacer contigo? Me agradas, aunque no quería que me agradaras, comenzaste a agradarme reafirmando el hecho de que no quiero que mueras. Incluso voy en contra de mis deseos para mantenerte a salvo y tú saltas sobre mí así — murmura Helmut y yo me muevo levemente por lo incomoda que me siento. — No soy una mujer que hace esto conEstaba molesta. No me sentía celosa, no me gustaba para estarlo, pero, si estaba molesta. Después de todo, él estaba jugando con alguien más mientras yo debía quedarme enferma en una cama sin la más mínima posibilidad de ver un hombre.— Ya he tenido suficiente con este plan de beber. Nos vemos — digo intentando alejarme de él, pero, me abraza como un niño pequeño mientras aspira mi aroma.— Me gusta como hueles. Aunque este enojado, tu aroma llega a mi nariz y es como si me relajará. — Dice Helmut y yo me cruzo de brazos.— Dudo de ello. Porque te la pasas gritando. Cada vez que te veo, estás gritando — digo y él me abraza con más fuerzas.— Cuando me enojo, normalmente mató a alguien o lo dejo gravemente herido. Pero, delante de ti, no soy capaz de mostrar mi lado violento. Me ayudas a relajar
El beso calienta mi cuerpo, mientras él me lleva a un lugar que no me esfuerzo por ver, ya que, estoy demasiado concentrada en besarlo. Incluso, aunque mi mente mande alertas ante el temor que ello me mate.Es cuando siento que mi trasero toca algo duro, que abro mis ojos y separándome un poco de él, noto que estamos en una mesa de billar. Aunque no he bebido suficiente alcohol, me siento bastante mareada y a juzgar por el rubor excesivo en su mejilla, también lo está.— Creo que tus besos me están embriagando — dice Helmut y yo sonrío por lo dulce que se ve estando ebrio.— Creo que también estoy borracha — confieso y él sonríe.— Esta vez duraste un poco más para embriagarte — dice Helmut y yo asiento.‘Si supieras que he hecho trampa, no sonrieras así’ digo mentalmente.Nuevamente vuelve a besarme
Los besos que me daba, mezclados con su calidez y el olor a alcohol, les daban a mis papilas gustativas el sabor a gloria. Mi cuerpo se sentía demasiado caliente y el deseo de experimentar esta primera vez, ignoraba toda consecuencia negativa que podría conllevar continuar.El hombre sobre mí, se alejó solo un poco y como si no fuera suficiente estimulación los toques leves sobre mi botón de placer, lleva su boca a esa parte de mi cuerpo húmeda, haciéndome gimotear por las sensaciones.‘Definitivamente, ser tocada por alguien más es mucho mejor que tocarse uno mismo’ me digo mentalmente.Justo cuando creo que moriré por los movimientos de su boca, él se aleja nuevamente y como si supiera qué, cuándo y cómo hacerlo, me observa con una sonrisa lasciva y lentamente, baja la cremallera de su pantalón.Causando que ese ruido, sea la música m&aacu
Al día siguienteEl cuerpo me duele cuando me estiro, por lo que, emito un gemido y me relajo en las suaves sabanas que me abrazan de tal forma que se me dificulta abrir los ojos, al sentirme tan bien. — Despierta ahora — dice una voz fría que logro reconocer. — Estoy agotada, déjame dormir un poco, por favor — pido cubriendo mi rostro con las sábanas para poder dormir un poco más. Mi cuerpo duele, como si hubiese corrido una maratón de al menos cien kilómetros, sorprendiéndome que haya podido soportar tanto tiempo teniendo sexo, cuando yo solo corro media hora y ya estoy muriéndome. — Despierta ahora, Yaitana — dice el hombre que me arrebata las sábanas con tanta brusquedad que hace que me despierte. El enojo en su mirada hace que calle toda queja que iba a hacer, mientras mi mente intenta procesar porque está enojado si
Lo abrace, quería pegar esas partes de su cuerpo a punto de desmoronarse, quería que sus grietas se cerraran al punto de convertirse en cicatrices con las que pudiera vivir. Quería ayudarlo a sanar y que pudiera vivir sin miedos, necesitaba eso para que nuestro hogar fuera fuerte y armonioso. Sin embargo, él me apartó con brusquedad y su mirada me expuso de tal forma que me arrepentí del método que había usado para que él se abriera a mí. Después de todo, no fue el más correcto. — Me gustaste. Es imposible no sentirse atraído hacia ti cuando eres como la luz cálida en medio de mi vida oscura y fría. Por eso, me esforcé en ser frio siempre. Eso era para evitar que murieras por mi culpa — — No voy a morir. — — No es algo que puedes controlar. Así pasó con las mujeres antes de ti. Me gustaron a
La noche cayó y yo no regresé a casa. Estaba demasiado herida para regresar a un lugar donde sus comentarios hirientes superan las buenas cosas que me ha dicho. Renuente a quedarme en ese lugar, camino al pueblo y cuando llego a un hotel, me transformo en humana y camino al vestíbulo donde varios lobos hablan entre sí.— Necesito una habitación y ropa limpia — digo a la mujer lobo detrás del escritorio.— Lo siento, pero no tenemos… — susurra la loba y cuando levanta su mirada, su postura relajada se torna rígida. — Ya mismo se lo conseguiremos, señor Baumann.— Aitana. Solo dígame, Aitana, y por favor, no le diga a mi esposo que estoy aquí — digo deseando que no me encuentre, aunque eso es imposible, por el lugar en el que nos encontramos.— Señora, no entiendo que es lo que sucede entre ustedes, pero,
Tres días despuésEstaba en el cielo de la lujuria. Había pasado tres días donde bien podría decir que era mi luna de miel. Una donde nunca salí de la habitación del hotel, donde conocí a un nuevo Helmut.Un hombre que no era solo amenazas de muerte y miradas frías, si no también, momentos dulces donde te dice en el oído cuan valiosa eres, segundos, donde te mira como lo más valioso de su vida y mucho más.Me estaba mostrando el Helmut por el que, sin duda, había soñado como mi esposo. Veíamos películas, aunque la mayoría de las veces nos perdíamos en besos que terminaban en nosotros haciendo el amor.Vivíamos momentos, donde nos hacíamos masajes y contábamos cosas de nuestras vidas que fácilmente no somos capaces de confesar. Todos sus miedos y esperanzas, me las contó, aunque le fue dif&iac
No podía describir mi felicidad al ver el anillo con nuestros nombres escritos en él. Era como lo había soñado y él me lo estaba dando ahora. Sin pedirlo, me lo estaba dando. Realmente, era inmensamente feliz.— Esto… no lo esperaba — me limito a decir.— Perdón por tardar tanto en entregártelo. Casarnos sin conocernos, hizo que tuviera una idea equivocada de ti y deseando que terminara pronto, me alejé y trate mal para poder evitar una desgracia. — Susurra Helmut y yo acaricio su mejilla.— Es normal temer y dudar, cuando has sufrido tanto. Pero, por favor, no vuelvas a lastimarme así. dudo que puedas recuperarme si lo haces. — Susurro y él besa mi mano.— Creo que la maldición se ha ido. No te has sentido mal y yo me siento bien. Si es verdad que ya no estoy maldito, podremos vivir nuestro romance poco a poco, sin