Todos los capítulos de Madre soltera conquista el corazón del CEO : Capítulo 31 - Capítulo 40
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Más allá de la razón.
«¿Será que no recuerda lo que sucedió entre nosotros?», pensaba Aylin una y otra vez mientras iban en el auto rumbo a la casa, pero ninguno de los dos decía nada. Únicamente ella lo veía esperando que se disculpara o que al menos dijera algo relacionado con lo ocurrido, pero Damián no hacía más que verla por el rabillo del ojo. —Damián, no te di nada. Y tampoco sabía que habías tomado algo—. Inconforme con la acusación, Aylin volvió a defenderse por tercera vez, sintiendo un nudo en la garganta. —Entraste a mi habitación, muy ebrio, ¿no lo recuerdas?Damián la miró con los ojos entrecerrados, como si estuviera intentando recordar algo. Luego, soltó una risa cargada de amargura y se pasó la mano por el rostro, pero no pronunció una sola palabra.####Minutos más tarde. Ella se encontraba fuera de la alcoba de Damián, esperándolo con ansiedad y furia. Su corazón latía con un ritmo frenético, y a medida que pasaban los segundos la impaciencia en ella, crecía, y cada latido de su cora
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Complicaciones de ser amante.
En el momento que el sol estaba en su cenit, quemando el cielo con su radiante fulgor, Lorenny se encontraba tumbada en un mueble elegante y lujoso, disfrutando al máximo de los rayos suaves, dorados y cálidos que bañaban su piel, mientras saboreaba su cóctel favorito.Pero la tranquilidad se vio interrumpida cuando la sombra de una figura se cernió sobre ella y sin necesidad de abrir los ojos, supo que se trataba de una sirvienta. Levantó sus gafas de sol con exasperación, revelando sus ojos fríos.—Señora, anoche, hice todo lo que me pidió y no me ha pagado — le dijo la mujer, extendiendo su mano en un gesto de cobro.Lorenny la miró con desdén, y sus labios se curvaron en una sonrisa burlona. —No me mientas, porque no te voy a dar un solo dólar —, le respondió cortante.La sirvienta la miró sorprendida, con ojos ensanchados y boca abierta lista para hablar, pero Lorenny la interrumpió.—Yo lo hice como usted me pidió, incluso le mentí al señor Zadoglu al decirle que la botella hab
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 ¡Never, never, papacito! 
—Es que esa mujer tiene pinta de eso y más—, comentó Lara complacida, de haber podido presenciar cómo Aylin fue arrestada. —Aunque no te niego que me emocionó saber que ha sido ella, pues, ni por la mente me pasó que fuera una ladrona, incluso pensaba que había sido la sirvienta chantajista—, manifestó Lorenny, mientras se acomodaba en uno de los sofás del salón de la mansión. Pero en cuanto vieron a Damián ingresar con Aylin del brazo y con los agentes caminando detrás de ellos ambas quedaron atónitas, y sus mandíbulas inferiores cayeron en un gesto de incredulidad. Se pararon como resortes mal ubicados y se aproximaron a ellos.—Da-Damián —, logró articular Lorenny angustiada y con la voz tan temblorosa que reflejaba su sorpresa y confusión, ya que, en su afán de recuperar su collar y atrapar al ladrón, no analizó la posibilidad de tener que rendirle cuentas a Damián.—Me imagino que tienes una buena explicación para todo este gran aparataje—. La voz oscura e intimidante de Damiá
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No confundas mi corazón.
«No olvides que sin importar lo amable que se muestre el bipolar, sigue siendo el mismo condenado intratable, arrogante, e irritable que te rechazó dos veces, y encima te culpó de haberlo drogado», se recordaba Aylin internamente con miedo a olvidar, para no volver a mostrarse vulnerable y sucumbir ante lo que siente por Damián.Deteniéndose frente a la puerta cerrada del despacho, tomó una profunda inspiración antes de girar el pomo, esperando verlo solo, tal como habían acordado, para revisar juntos las grabaciones de seguridad. Sin embargo, al abrir, se encontró con él sentado en su sillón de cuero oscuro, con los ojos fijos en la pantalla brillante de su laptop, mientras que Lorenny estaba de pie, pegada a él, con la cara casi junto a la suya, pretendiendo estar también interesada en las grabaciones, pero se le notaba la provocación.Aylin se aclaró la garganta, sintiendo que ardía por los celos; los cuales se manifestaron en sus puños y molares apretados, y sin poder ocultar su
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Una semana para reconsiderar.
Habían transcurrido 10 minutos en los que solo reinaba el silencio.—Sé que estás despierta—, susurró Damián viendo su espalda, y conteniendo el deseo de tirar de ella para abrazarla.«No lo estoy», replicó para sí misma, y se mordió la lengua para no decirlo en voz alta.«¿Este ya se enteró de la visita de Johnny?». Ella estaba preparada para escuchar sus reclamos.—Te… pido disculpas por el incidente del…— le dijo Damián sin poder completar la oración, puesto que se notaba que le costaba disculparse, pues, era algo que raramente había hecho en la vida, pero sobre todo mencionar aquel incidente, era imposible.Ella se giró para enfrentarlo, esforzándose para sonreír como si nada le afectara. —No te preocupes. Si aquí alguien cometió un error, fui yo al confundir nuestra situación. Hizo una pausa antes de agregar: —Olvídalo, sigamos adelante con tu propósito y tratemos de mantener la distancia, cero intimidades entre nosotros.«Aunque muero por saber si de verdad me rechazas por qu
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Mujer descarada.
Frente al espejo, observando el vestido negro intenso que se ajustaba a sus curvas de forma sutil, elegante, que resaltaba su tez y le daba un toque de misterio y seducción, estaba Aylin sonriendo, satisfecha por su elección, sin embargo, estaba empezando a sudar por la lucha que tenía con el cierre, ya que sus manos no alcanzaban y comenzaba a sentirse incómoda.—Debí escoger algo menos complicado. Se vería tonto que llame a una empleada. Vamos, Aylin, siempre has podido hacerte todo tú misma—, se animó a sí misma, decidida a resolver el problema. Continuó peinando su cabello y aplicándose un maquillaje ligero.—Estoy lista, solo necesito subirme el cierre —, murmuró, volviendo a intentarlo. Sin embargo, antes de que pudiera lograrlo, unas manos se posaron en el cierre, apartando las suyas. Se quedó tensa, tragó saliva, y su mirada se fijó en el espejo frente a ella, donde vio que Damián la observaba a través de él.Su corazón comenzó a acelerarse al sentir la respiración cálida de
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Fiesta violenta.
La noche avanzaba y ellos estaban hablando y riendo como es su costumbre cuando están de buenas. En un momento, un hombre que Aylin claramente conocía se acercó a su mesa. —Doctora Mujica, es un grato placer verla aquí, junto a un empresario tan distinguido como el señor Zadoglu —, dijo el individuo, estrechando la mano de Damián y luego extendiéndola hacia ella.Ella vaciló, pero para no pasar por mal educada, terminó dándole la mano. Él le dio un beso en el dorso de la misma, lo que incomodó a Damián. —Director, para mí no es muy grato verlo —, balbuceó Aylin sonriendo de manera forzada.—Señor Zadoglu, si me permite bailar una pieza con su compañera, me haría muy feliz. Damián miró hacia todos lados con un gesto de indiferencia que hacía sentir a todos como insectos asquerosos. —Lo siento mucho, pero mi mujer y yo estamos a punto de bailar —. Extendió la mano hacia Aylin y ella, sin pensarlo, la tomó.Rápidamente, se encontraban en la pista de baile, moviéndose al ritmo de una
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No es una amenaza, es una advertencia.
Al abrir la puerta de su oficina, Damián se encontró con Kevin sentado frente a su escritorio, y se acercó lentamente.—Tenía que imaginar que estarías en el país cuando vi a tu novia ayer—, le dijo con un tono de desaprobación, y Kevin, con la mirada perdida, se dio la vuelta lentamente, revelando sus ojeras.—¡Ufff!, definitivamente Brasil no te asentó bien —, comentó Damián, chasqueando la lengua. Kevin intentó sonreír, pero sus labios apenas se movieron.—Sé que debes estar enfadado porque estoy aquí sin tu autorización, pero si quieres despedirme, hazlo.Damián negó moviendo la cabeza mientras se sentaba en su silla.—Créeme, más enojado de lo que estoy no puedo estarlo, así que no te preocupes. No me molesta que hayas abandonado el trabajo en Brasil. Lo supe hace dos días. Pero al menos dame una razón para entender por qué cometiste tal imprudencia profesional.Kevin bajó la cabeza, evitando el contacto visual con Damián. —Hermano, soy un estúpido. He perdido a Karen —, admiti
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 ¡Ya es tu costumbre! 
Aylin entró al comedor con una mano en la cadera, caminando ligeramente encorvada y su modo de andar no pasó desapercibido para Chris y para Damián. Como si se estuvieran leyendo los pensamientos, Chris apretó sus labios formando una línea recta, mientras que Damián le guiñaba un ojo, creando una mueca que hizo que el niño no pudiera contener la risa y ambos estallaron en carcajadas. —Mi mamá parece una ancianita andando de ese modo—, musitó el niño entre risas, y Helen se unió al coro, riendo e incapaz de llevarse un bocado más a la boca. Aylin tocó la nariz de Chris con el dorso de su dedo índice. —¿Te estás burlando de tu mamá? —, le preguntó con fingida indignación y él sacudió la cabeza, tratando de contener la risa. Para sentarse en su lugar, Aylin hizo malabares, tratando de mantener el equilibrio. —Es una lástima que no utilices la silla de ruedas, porque quería darte un tour por el supermercado y luego por casa de mis suegritos—, se burló Damián, dejando escapar una r
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Antes de irme. Me despido.
En ese momento, en Aylin todos los demonios se despertaron y sintiendo una mezcla de decepción e ira, le volvió a dar otra bofetada, haciendo que la cabeza le girara hacia un lado; sin embargo, Damián no se inmutó y, manteniendo su agarre, la atrajo aún más hacia él, provocando que sus labios se encontraran una vez más, pero sin besarla, solo mantenía los labios entreabiertos, creando una tensión eléctrica entre ambos. Aylin, sintiendo rabia y deseo, intentó soltarse, pero él la mantenía tan cerca que ambos podían sentir el calor de sus cuerpos.—¡Basta, Damián! No tienes derecho a tratarme así—. Terminó mordiéndole el labio con rabia.Con el pulgar, él se acarició el labio, quitando los rastros de sangre.—Eres un tóxico y un idiota que no ve cuán enamorada estoy de ti. Yo no debería sentir esto, porque no te lo mereces. No mereces que me gustes tanto ¡Patán!Enfurecida consigo misma, dejó escapar varias lágrimas y se echó a reír sin gracia. —Y lo más irónico es que nunca me había
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