Las dos caras de la moneda—¡Estás loca! ¡No puedes irte! —Gritó Day.Esa chica, de ojos alegres y sonrisa sincera, apenas le conocía desde un par de semanas atrás, cuando ambas llegaron a ese bar clandestino buscando la esperanza de un empleo que prometía maravillas. Sophia, esa primera vez, había salido huyendo del bar al primer momento de enterarse de todo a la que se expondría si trabajaba en ese lugar, por lo que prefirió aceptar la oferta de Rut en ese entonces; Day, en cambio, sí se arriesgó y tomó el empleo y fue ella quien le abrió a Sophia nuevamente las puertas del empleo en esa segunda oportunidad.—Lo siento Day, es que no puedo —Sophia estaba estupefacta. La esperanza de esos veinte mil le había llevado a presentarse en el bar, pero la sola idea de correr el riesgo de que Bruce la pudiese encontrar en ese sitio, hacía que su corazón palpitase desbocado. —Pero me dijiste que necesitabas el dinero —bufó Day quien apenas terminaba de colocarse la peluca de rizos dorados.
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